martes, 19 de febrero de 2013

Alemania esconde aún el arte robado por los nazis

«Der Spiegel» revela que miles y miles de piezas procedentes de la rapiña nacionasocialista se han ocultado y no se gestionaron con transparencia





Hitler admira una obra de arte. Los nazis acumularon millones de piezas de valor expoliadas a los judíos


El titular era este: «El reloj de Hitler, el secreto de Alemania». Con esas palabras tan directas como inquietantes, el prestigioso semanario alemán «Der Spiegel» sacudió Alemania con su portada de esta semana. Según el reportaje, que ocupa diez páginas, el reloj en discordia se lo regaló Adolf Hitler a su amante y posterior esposa Eva Braun en 1939. En su reverso, el dictador nacionasocialista ordenó grabar «6.02.1939, afectuosamente, A. Hitler». Fue el regalo que el Führer le hizo a Braun por su 27 cumpleaños.

Esta pieza literalmente marcada por el horror nacionalsocialista es sólo la punta del iceberg de lo que «Der Spiegel» ha bautizado como «botín pardo»: es decir, un museo oculto, miles de piezas de arte, joyas y objetos preciosos que el régimen nazi acumuló durante los doce años que tuvo el poder en Alemania y en su fallido intento de someter al resto de Europa.


Almacenado en Munich

El reloj de diamantes, junto con otros objetos como perlas, anillos y piezas de oro, permanece almacenado y apartado del público en la Pinacoteca de Arte Moderno de Múnich desde hace años.

El régimen nacionasocialista, en el marco de su naturaleza destructiva y belicista, siguió una lógica de extracción y robo allá donde conseguía imponer su poder. Una lógica que comenzaba con las órdenes de sus propios líderes (Hitler, Göring o Goebbels) y que, como en el caso del «reloj de Hitler», cerraba el círculo en la misma cúpula nazi.

¿De dónde procedía el reloj que Hitler le regaló a Eva Braun? No se sabe porque no se llegó a investigar. Quizá Hitler lo ordenó fabricar exclusivamente para el aniversario de su amante, o tal vez perteneciese a una familia judía expropiada y asesinada. No en vano, miles de valiosísimas propiedas robadas a las víctimas del nazismo alemán acabaron en manos de los principales ideólogos del nacionalsocialismo.

Según la detallada cronología ofrecida por «Der Spiegel», con la derrota del nazismo y el fin de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aliadas occidentales trasladaron el expolio nazi a las dos sedes de la llamada Central Collection Potins situadas en Múnich y Wiesbaden. Entre 1945 y 1952, aproximádamente dos millones y medio de objetos valiosos y obras de arte (entre ellas más de 400.000 pinturas, esculturas y dibujos) fueron devueltas a sus propietarios originales.

Sin embargo, miles de de esos objetos pasaron a formar parte del patrimonio de la República Federal Alemana: cerca de 2.000 obras de arte acabaron repartidas entre 111 museos de todo el país, y 660 cuadros aterrizaron en instalaciones federales tanto en Alemania como en el extranjero. Sólo en las colecciones de pintura pertenecientes a museos estatales del Estado de Baviera hay unos 4.400 cuadros y 770 esculturas que llegaron allí por orden del régimen nazi. El número exacto de piezas que forman el «legado pardo» sigue, por tanto, siendo incierto.

Como ejemplo, «Der Spiegel» desempolva una foto tomada en 1988 que muestra una recepción del último presidente de la desaparecida República Democrática de Alemania (Estado socialista oriental), Erick Honecker, por parte del entonces primer ministro bávaro y socialcristiano Franz Josef Strauß: la instantánea en blanco y negro muestra como el acto protocolario tiene lugar sobre una alfombra que perteneció a Hermann Wilherlm Göring, lugarteniente de Hitler y comandante supremo del ejército del aire nazi.


80 años de la llegada al poder

Cuando se acaban de cumplir los 80 años de la llegada de Hitler al poder surgen lógicamente incómodas preguntas en un país que tiene que hacer frente a su pesada historia moderna una y otra vez: ¿qué hacer con el desagradable legado nacionalsocialista que sigue cogiendo polvo en museos de todo el país? Y sobre todo, ¿por qué las instituciones de la República Federal Alemana no abordaron antes y de forma más efectiva el «botín pardo»? ¿Por qué no devolvieron antes las propiedades extraídas a los descendientes de las víctimas del nazismo? ¿Por qué Alemania no manejó con mayor transparencia y rapidez tal herencia?

La teoría es fácil: aquellas propiedades extraídas a las víctimas del nazismo deben ser devueltas a sus propietarios o descendientes. Así lo establece la Declaración de Washington, firmada en 1998 por más de cuarenta Estados (Alemania entre ellos). Pero la teoría está lejos de casar con la práctica: falta el dinero que permita llevar a cabo esos mastodónticos trabajos de rastreo, tal y como denuncia el exministro de Estado de Cultura y socialdemócrata Michael Naumann, que pide al actual Gobierno federal que se ponga manos a la obra.

«Sobre todo los pequeños museos tienen problemas para llevar a cabo ese trabajo», afirma Uwe Hartmann, director del departamento encargado de investigar la procedencia de obras de arte de los museos públicos de Berlín.

Pero no sólo la falta de dinero parece ser un problema para ese ingente trabajo de rastreo: «Simplemente nos faltan los años», asegura Hartman, en declaraciones a la agencia DPA. En las décadas de los 70, 80 y principio de los 90, este tipo de investigación no jugaba ningún papel en los museos alemanes. «Si no fuera por esa pérdida de tiempo, hoy podríamos trabajar de manera bien distinta», asegura Hartmann.


Lección incompleta de memoria histórica


Alemania ha tenido que enfrentarse a su incómoda historia moderna durante los últimos 70 años por motivos obvios. Pero lo ha hecho de forma peculiar por varias razones. Para empezar por la división del país hasta 1989: cada Estado (la occidental República Federal Alemana y la desaparecida oriental Republica Democrática Alemana) desarrolló una estrategia diferente frente al pasado nazi: mientras el Estado occidental conservó a algunos altos funcionarios con relaciones directas o indirectas con el nacionalsocialismo (lo que provocó protestas entre el movimiento estudiantil y puede estar relacionado con el nacimiento del grupo terrorista de extrema izquierda RAF -Fracción del Ejército Rojo- en los años 60 y 70), el Estado oriental se autoproclamó como el único Estado antifascista alemán y no dio así explicación alguna sobre su forma de proceder en la recuperación histórica de la memoria del horror nazi. Simplemente, negó su pasado, lo reprimió.

Con la definitiva reunificación del país en 1990, las autoridades federales pudieron unificar medios y criterios para hacer frente al legado nazi. Pero la llamada «herencia parda» acusa la falta de un trabajo logístico y de investigación apropiado y demuestra (y no es poco) la falta de interés o la falta de voluntad de los distintos cancilleres de la historia reciente.

Está por ver si el brillante reportaje de «Der Spiegel» fuerza a la actual canciller, Angela Merkel, a tomar cartas en el asunto y permite establecer cuál es la dimensión real de la herencia nazi sumergida en el patrimonio público de Alemania.


Fuente: http://www.abc.es/cultura/20130203/abci-legado-nazi-alemania-arte-201302021422.html#.UQ5uvsTJn2Q.twitter

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