miércoles, 20 de febrero de 2013

Trastorno antisocial de la personalidad


 
INTRODUCCIÓN:
Los primeros psiquiatras de la historia no eran capaces de clasificar la conducta antisocial como una forma de desorden mental, esto debido a que quienes tiene este “particular modo de ser” no presentan los rasgos de desequilibrio mental convencionales. No muestran desorientación, desequilibrio del razonamiento, distorsiones preceptúales o formas de conducta patológica. Al parecer solo carecen del elemento moral en su personalidad.
A finales del siglo XIX se utilizaba el término psicópata para designar a estas personas, con el paso del tiempo, aproximadamente a partir de la decada de los cincuentas, se empleo un nuevo termino que contenía los elementos culturales y sociales que describían de manera mas amplia esta conducta; sociopata. Después de la publicación del manual de diagnóstico se denominó personalidades antisociales.
A pesar del interés de los científicos y la importancia social que tiene el conocimiento amplio de este trastorno, ha sido muy difícil su investigación ya que la mayoria de estas personas no llegan a un hospital psiquiatrico, además estas personas gracias a su ingenio tampoco llegan a manos de las autoridades.
La personalidad antisocial es uno de los grupos de la Psicología anormal menos comprendidos, existen muchos desacuerdos entre los autores en cuanto a su diagnóstico y pronóstico. Durante muchos años se considero dentro de la conducta antisocial a grupos como homosexuales, convictos, alcoholicos o drogadictos. Ahora se consideran como grupos separados ya que el diagnóstico debe basarse en las características de la persona y no en la naturaleza de su conducta. Básicamente, la personalidad antisocial se le define como una persona que presenta cinco rasgos principales:
  • Incapacidad para aprender de la experiencia
  • Emociones superficiales
  • Irresponsabilidad
  • Falta de conciencia moral
  • Impulsividad
  • Además no se debe considerar dentro de los siguientes grupos:
        • Retraso mental
        • Lesión o enfermedad orgánica
        • Psicosis
        • Desajuste situacional
    La importancia social del estudio de la personalidad antisocial radica en el descubrimiento de una forma de control para estas personas. En la sociedad occidental actual parece estarse presentando con mas frecuencia, lamentablemente aún no se ha encontrado un tratamiento que realmente funcione.
    Este trabajo esta sustentado en una revisión bibliográfica, en el cual la idea germinó en vista de una sociedad que cada vez tiene mas instituciones carcelarias, pero sin ningún método terapéutico que las haga efectivas.
    El principal objetivo por el cual se realizo esta revisión de datos, es para alcanzar a comprender los origenes de este trastorno, para adoptar medidas preventivas en un futuro, así como la creación de un sistema terapéutico de rehabilitación para estas personas. Es necesario que este problema salga a la luz y se le de una solución ya que no solo es una desviación psicológica, sino que implica un problema de tipo social que tendrá consecuencias nefastas en el futuro.
    A lo largo de este trabajo se intenta describir de manera clara los indicadores de este trastorno, sus bases biológicas y de desarrollo, diagnóstico y pronóstico. Finaliza con una serie de conclusiones que provienen de la inquietud personal y un análisis global de toda la información recopilada.

    Definición de Psicopatías.
    En general, el término psicopatía aparece poco en la literatura. La Asociación Psiquiatrica Americana la llama Trastorno Antisocial de la Personalidad y en el DSM-III-R, asi como en los bocetos que se están realizando para publicar el DSM-IV, se dá una descripción detallada de los síntomas que deben aparecer en el individuo para poder incluirlo en el grupo. Martin Kantor las llama del mismo modo y agrega este termino como sinónimo (Psichopatic/Antisocial Personality Disorder).
    En su libro de medicina legal, Bonnet dice que forman una variedad de la personalidad anormal y que mientras no exista un componente que las deforme o destruya, no pueden ser consideradas enfermedades sino un particular "modo de ser y de actuar respecto de sí y de la sociedad". Schneider dice: "Son aquellas personalidades que sufren por su anormalidad o hacen sufrir por ella a la sociedad". Parecería surgir de esto, que los psicópatas no son enfermos mentales sino desviaciones de la media normal psíquica, que -si bien- habitualmente poseen capacidad de juicio concreto y abstracto de la realidad, son influenciables -en mayor o menor grado- por vivencias externas capaces de modificar su juicio. A diferencia de los neuróticos, que sufren ellos mismos, estos individuos hacen sufrir a los demás.
    Encontramos a los psicópatas integrando a menudo grupos cuyas normas y valores difieren de las convicciones éticas vigentes (guerrilleros, etc.). El psicópata, en estos casos, no obra movido por convicciones compartidas por el grupo, sino que usa estas ideologías como instrumentos para lograr sus propios intereses.
    TRASTORNO ANTISOCIAL DE PERSONALIDAD.
    DEFINICIÓN Y CRITERIOS DE DIAGNOSTICO
    El Trastorno Antisocial de Personalidad (TAP) es, en sí, un criterio diagnóstico que durante mucho tiempo ha estado entre la experiencia clínica y el arte. Esta etiqueta proviene de otras anteriores tales como psicopatía, sociopatía, y personalidad disocial. Los DSM lo incluyó para facilitar la formación de criterios diagnósticos que fueran relativamente objetivos y no inferenciales. Sin embargo, los criterios del DSM-IV están basados en el acuerdo de los clínicos, no en un análisis estadístico de resultados empíricos.
    La característica esencial del TAP, según el DSM-IV, es un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás, que comienza en la infancia o el principio de la adolescencia y continúa durante la vida adulta. Para que una persona pueda ser etiquetada de TAP, debe tener al menos 18 años y tener historia de algunos síntomas de trastorno disocial antes de los 15. Los comportamientos característicos del trastorno disocial forman parte de una de estas cuatro categorías:

  • Agresión a la gente o a los animales.
  • Destrucción de la propiedad ajena.
  • Fraudes o robos.
  • Violación grave de las normas.

  • El patrón de comportamiento antisocial persiste hasta la edad adulta. Uno de los elementos básicos es un patrón de impulsividad.

    La falta de empatía, el engreimiento y el encanto superficial son características normalmente incluidas en los conceptos tradicionales de la psicopatía y pueden ser especialmente distintivos del TAP en el medio penitenciario y forense.

    El TAP suele estar asociado a un estátus socioeconómico bajo y al ambiente urbano. El TAP es mucho más frecuente en los varones que en las mujeres. La prevalencia total del TAP en muestras de población general es del 23% en varones y del 1% en mujeres. El TAP tiene un curso crónico.

    El TAP es más frecuente en los familiares de primer grado de quienes tienen el trastorno que en la población general. Según el DSM IV, los estudios de adopción muestran que tanto los factores genéticos como los ambientales contribuyen al riesgo para este grupo de trastornos. Los niños adoptados se parecen más a sus padres naturales que a sus padres adoptivos, aunque el entorno de la familia de adopción influye en el riesgo de presentar un trastorno.

    Otros trastornos de la personalidad se pueden confundir con el TAP por que tienen algunas características en común. Así, es importante distinguir entre trastornos basándose en las diferencias de sus rasgos característicos.

    En concreto, los criterios para el diagnóstico del TAP son los siguientes:

    • Un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás que se presenta desde los 15 años, como lo indican tres o más de los siguientes ítems:

  • Fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal, como lo indica el realizar reiteradamente actos que son motivo de detención.
  • Deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, usar un alias, estafar a otros para obtener un beneficio o por placer.
  • Impulsividad o incapacidad para hacer planes a futuro.
  • Irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o agresiones.
  • Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás.
  • Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener un trabajo con constancia o de hacerse cargo de obligaciones económicas.
  • Falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la justificación de haber dañado, maltratado o robado a otros.
  • Mas Específicamente:
    • El sujeto tiene al menos de 18 años.
    • Existen pruebas de un trastorno disocial que comienza antes de los 15 años.
    • El comportamiento antisocial no aparece exclusivamente en el transcurso de una esquizofrenia o de un episodio maníaco.
    • Haraganería
    • Suspensiones de la escuela
    • Arrestos
    • Huir de casa
    • Consumo de tabaco y alcohol a muy temprana edad
    • Robo
    • Bandalismo
    • Violación frecuente y grave de reglas del hogar o de la escuela
    • Después de los 18 años se pueden presentar:
    • Inestabilidad laboral
    • Fracaso para cumplir con las obligaciones económicas
    • Fracaso para planear
    • Maltrato o descuido de los hijos
    • Promiscuidad
    • Ausencia total de remordimientos

    A pesar de lo mencionado, dado que puede haber una gran variedad de causas psicológicas de una determinada acción, clasificar a las personas según sus acciones (tal y como lo hace el DSM-IV) y no según sus disposiciones psicológicas o rasgos, aunque pueda ser muy interesante para la ley criminal, es bastante menos útil para la psiquiatría y la ciencia.

    Aunque las personas que se incluyen en la categoría TAP del DSM-IV son muy heterogéneas, constituyen un grupo socialmente importante, puesto que, según Lykken, son ellos los que dan lugar a que cerremos con llave la puerta de los hogares, no se ande de noche por las calles oscuras, no se vaya a las grandes ciudades a ciertas horas, y se envíe a los niños a determinados colegios.

    Veamos dos grandes tipos de personas, no desde el punto de vista de sus acciones, sino de su caracterización psicológica: el psicópata y el sociópata.

    • El psicópata es la persona en la que no ha surtido efecto el proceso de socialización encaminado a controlar los impulsos antisociales. Su dificultad de temperamento lleva a complicar mucho el proceso de socialización y, dicha dificultad parece tener una base biológica.
    • El sociópata es la persona cuyo carácter antisocial se debe atribuir al fracaso de los padres al instaurar hábitos de conducta prosocial y no a una disposición temperamental inherente de base biológica.

    El estudio de estos tipos de personalidad es muy importante dentro del campo de la criminalidad. El caso puro de psicópata es relativamente raro. Sin embargo, aquellos a los que se denomina sociópatas, que son tan peligrosos como los psicópatas, aumentan su número año con año en la cultura occidental, especialmente en las grandes ciudades. Uno de los principales problemas para estos casos es que, por el momento, no se conoce ningún sistema que "cure" estas alteraciones antisociales de la personalidad. Parece ser que, por el momento, lo mejor que se puede hacer es controlarlos hasta que alcancen la edad de la madurez, donde la fuerza de sus impulsos antisociales comienza a desvanecerse.

    Este panorama desalentador sobre su tratamiento debe llevarnos a conocer cada vez mejor los mecanismos de desarrollo de tales rasgos de personalidad, si queremos avanzar en su diagnóstico temprano (clave para su prevención) y en su tratamiento. Solo así en posible encontrar formas de prevenir potenciales psicópatas que se desarrollen, en primer lugar, como delincuentes, y posteriormente, como criminales que, a menudo, caen en el asesinato de forma reiterada. La clave parece estar en el conocimiento de la naturaleza de su dificultad de temperamento que los hace tan difíciles de socializar. En segundo lugar, también resulta clave que conozcamos en profundidad los mecanismos de la socialización, así como los diferentes estilos de crianza mediante los que se produce, de forma que podamos prevenir e incluso tratar los casos de sociopatías que, como hemos dicho, están en continuo aumento en nuestras sociedades. Las diferencias en propensión a la dificultad de temperamento (vulnerabilidad) y las diferencias en procedimientos de crianza (desarrollo) forman el modelo de vulnerabilidad, el cual se analizara mas adelante con el fin de proponer una explicación de la causa de este interesante fenómeno.

    Desde el punto de vista de la Psicología anormal, las caracteristicas que definen las personalidades antisociales no son tanto los actos particulares que realizan, sino la concepción tan arraigada que tiene de la vida. Parece que juegan un juego en el que los demas individuos existen como piezas que se pueden manejar y utilizar, y es la participación en este juego la que lleva e estas personas a tener problemas con la ley. Y en un aspecto mas negativo, los individuos pueden ser crueles, sádicos o violentos. Casi nunca demuestran ansiedad y no se sienten culpables. Los psicólogos seguidores de Freud afirmarían que la mente del antisocial carece por completo del papel de “oficial de la policia moral” del superego. Las personalidades antisociales no se consideran a si mismas como la causa de sus problemas, sino piensan que los fracasos que tienen se deben a las fallas de otras personas.
    La siguiente tabla muestra los rasgos mas característicos de los individuos con TPA. Estos rasgos provocan dificultades obvias en las relaciones interpersonales debido a la insensibilidad de la personalidad antisocial, la incapacidad de establecer lazos afectivos y duraderos con otras personas y la negligencia hacia las normas sociales. Estos individuos tratan a los demas de manera insensible sin una preocupación aparente; parece que no sienten ninguna culpa, incluso cuando dañan a las personas mas cercanas a ellos. Ya sea que carezcan de la habilidad para prever las consecuencias o que las consideren poco importantes.
    Rasgos clínicos del Trastorno de la Personalidad Antisocial
    Una persona que tiene varias de estas características ase puede considerar que padece un Trastorno de la Personalidad Antisocial.
  • Desenvoltura, superficialidad
  • Egocentrismo, aires de grandeza
  • Falsedad, manipulación
  • Carencia de remordimientos
  • Carencia de simpatía
  • Impulsividad
  • Irresponsabilidad
  • Enojo y frustración
  • Antecedentes de problemas conductales persistentes, variados y serios como niño y adolescente
  • Comportamiento antisocial en la edad adulta.
  • CLASIFICACION DE PERSONALIDADES ANTISOCIALES Y DELICTIVAS.
    Las personalidades antisociales se caracterizan por una disposición persistente a la conducta antisocial. El grupo más numeroso de personalidades antisociales está compuesto por los denominados sociópatas. Algunos de estos sociópatas tienen temperamentos normales, pero son criados por unos padres especialmente incompetentes. Otros son agresivos o no tienen ningún temor, son buscadores de sensaciones o manipuladores maquiavélicos. Las personalidades antisociales con graves problemas temperamentales see consideran psicópatas. Por último, las personalidades antisociales con carácter neurótico son aquellos cuya desviación no se debe ni a los efectos de la socialización ni a los del temperamento. Los actos de estas personas pueden ser atribuidos, provisionalmente, a conflictos neuróticos de carácter inconsciente.

    La personalidad sociopática
    Esta familia es la más numerosa. Los sociópatas suelen ser varones jóvenes que no se han socializado adecuadamente durante la infancia y la adolescencia.
    Ahora se ejemplifican los distintos subtipos de la personalidad sociopática:
    El sociópata común. A menudo denominado delincuente subcultural, es el resultado de unos padres que apenas han ejercido un control sobre él o que le han dado un mal ejemplo, y un medio con una estructura social atávica, propia de barrios deteriorados, que les ha rodeado durante los periodos críticos de la infancia y la adolescencia. Este tipo es el que recoge el mayor número de personas y, dada la incidencia que tiene en el desarrollo de su socialización la incompetencia en las pautas de crianza, su número parece estar creciendo.

    Se caracterizan por tener una consciencia débil o poco elaborada; esto es, no se avergüenzan por lo que avergonzaría a los demás. Su perspectiva de futuro es muy débil, dado que han crecido bajo circunstancias en las que el futuro es impredecible y en las que el placer y el castigo inmediato es el único elemento en el que confiar. Se sienten orgulloso/as de romper las reglas sociales, cosa que, en el caso de los varones, tiende a verse reforzado en términos de hombría; buscan la gratificación de los impulsos del momento, y presentan gran desinterés por las metas a largo plazo. Las bandas callejeras, más que la familia, es el núcleo social de refuerzo de los impulsos gregarios.

    El sociópata alienado. Una de las cosas que hace que huyamos del delito es nuestra capacidad para identificarnos con el otro. Un fallo en la empatía o en los lazos afectivos es un gran factor de riesgo de comportamiento antisocial, dado que uno de los factores que permiten evitar el crimen depredatorio es nuestra inclinación a identificarnos con los demás y a cuidar de los desvalidos. Dentro de este grupo existen diversas variantes: el sociópata desafiliado, el disempático, el hostil, y el estafado.

    • El tipo desafiliado (falta de apego): La ausencia de crianza paterna/materna (estilo de crianza descuidado o de negligencia/rechazo) durante ciertos periodos críticos, puede dar lugar a que no desarrollemos nuestra aptitud afectiva (amor y apego) que, como animales sociales, presumiblemente poseemos. Estos niños nunca o rara vez han tenido interacciones nutricionales, amorosas o afectivas con otras personas y cuando han iniciado aproximaciones hacia los padres han sido castigados de manera impredecible para ellos, por lo que dichos acercamientos se han extinguido. Su pronostico de ajuste social en la adolescencia y/o madurez es muy negativo. Esta incapacidad de sentimientos hacia los demás puede ser tan difícil de tratar como cualquier otro defecto temperamental. No obstante, estos individuos no se clasifican como psicópatas ya que su conducta sociopática puede ser prevenida con programas muy intensivos orientados al apego y/o previniendo la frecuencia de padres incompetentes
    • El tipo disempático: Estos individuos, al igual que con el tipo desafiliado, presentan una gran dificultad para la inversión emocional en su familia, su pareja, etc. Sin embargo, tienen un "círculo de empatía" restringido y reaccionan hacia la mayor parte de las personas como si éstos fueran objetos.

    Aunque todos somos capaces de empatía, debe ser cultivada a través de la experiencia. Sin embargo, existen grandes diferencias individuales en la amplitud de nuestro "círculo de empatía", y en la fuerza de nuestra sensibilidad hacia los demás. Esta última puede verse disminuida por diversos factores (exposiciones prolongadas al estrés y sufrimiento de los demás, ya sea directa -médicos- ya sea diferida -TV). No sabemos si existen diferencias innatas significativas en el "talento" para la empatía, aunque es posible que las haya.

    • El tipo hostil (la ira da fuerza): Algunos individuos que se sienten alienados por su comunidad o incapaces de alcanzar metas siguiendo las reglas previstas, repudian a la sociedad y adoptan actitudes y conductas hostiles. Muy pocas veces reconocemos que sentirnos enfurecidos es más agradable que sentir miedo, tristeza, o depresión. Este sentimiento de furor o cólera (justa cólera) nos hace sentirnos más fuertes, vigorosos, seguros; sentimientos todos ellos más reforzantes y valorados socialmente (e incluso sexualmente) que los de preocupación, descorazonamiento o aprensión.

    • El tipo estafado (ausencia de responsabilidad): Sigmund Freud hablaba de un tipo de persona que se siente desaventajada por su apariencia o debilidad física, por su origen social, bajo estatus, o por cualquier otro motivo, y que racionalizaba su fracaso en seguir las normas sociales basándose en que, habiendo sido estafado desde el principio, las reglas sociales no se le aplican. Es un hecho importante a la par que interesante, que muchos de los diversos tipos de criminales que aquí veremos tienden a justificar su conducta de una forma u otra, con la excepción de la propia responsabilidad. Además, nuestro contexto intelectual, teñido de ambientalismo e interpretaciones "exclusivamente" sociales, tiende a reforzar este comportamiento dando, además, razones de autoridad a través de los medios de comunicación. Dado que a estas personas, dios, la naturaleza, sus padres, la sociedad, o quienquiera que sea, "les debe algo" y son, a la postre, los culpables de su situación, ellos/as están en su perfecto derecho a adoptar vías no legales para compensar las desventajas derivadas de tal déficit.

    El sociópata agresivo (satisfacción a través del dominio). Algunas personas aprenden a disfrutar dañando, amedrentando, tiranizando a otros, y derivan de estos actos su sensación de poder e importancia. Katz (1988) pone en evidencia este aspecto en violadores, asaltantes y otros criminales violentos que informaron que ellos obtenían una enorme satisfacción de su sensación de dominio y control sobre sus víctimas. Los ambientes caracterizados por estructuras sociales atávicas, refuerzan y admiran ser descarado, duro, tosco, audaz, y resuelto; y esto se convierte en un estilo de desarrollo personal atractivo para aquellas personas que tienen un temperamento capaz de ajustarse a dicho perfil y de llevarlo a cabo. Un varón musculoso, agresivo, es el que, con más probabilidad, recibirá el refuerzo "social" de convertirse en el jefe del grupo y "tener todas las chicas que quiera, incluso las que no quieren que las tenga". Su comportamiento no es jamás discutido por el grupo.

    Las satisfacciones del dominio interpersonal pueden motivar no solo a criminales, sino a otros matones que da la casualidad que pueden ser padres, profesores, maestros, empleados, burócratas, policías, etc. Es más, no pocas veces estos comportamientos son reforzados por los padres, sobre todo el padre, sintiéndose orgulloso de que su hijo haya "salido como él".

    El sadismo de carácter específicamente sexual, puede implicar algún tipo de disfunción cerebral. No obstante, en vista del poderoso refuerzo que proporciona el orgasmo, es fácil suponer que aquellos niños cuyas primeras experiencias sexuales (o masturbaciones iniciales con fantasías) implique coacción, pueden crecer hasta convertirse en violadores asociando sexo y violencia en un lazo de muy difícil ruptura.

    El sociópata disocial (subcultura depredadora). Este tipo de sociópata es totalmente normal, tanto desde el punto de vista temperamental como psicológico, pero se identifica y alía con una subcultura depredadora (p.e., mafias o grupos terroristas) gobernada por reglas que no se corresponden con, e incluso son la antítesis de, las convenidas por la generalidad o la cultura establecida.

    Esta forma distorsionada de socialización agrupa a aquellos individuos que son capaces de lealtad, altruismo, pero que vuelcan todos estos valores en círculos sociales restringidos cuyas reglas estrictas reciben refuerzos y castigos drásticos, propios de las sociedades atávicas. Dichos refuerzos y castigos se reciben de forma inmediata y con una fuerza muchas veces desproporcionada en ambos sentidos. Muchos de los sociópatas disociales suelen ser jóvenes, cuyas tendencias cambian al salir de la adolescencia y alcanzar los periodos de madurez, aunque estos valores distorsionados puedan permanecer bajo la rúbrica de utopías sociales deseables.

    Para concluir la descripción de los tipos sociopáticos, conviene resaltar que la socialización supone:

  • Supervisar la conducta del menor.
  • Reconocer la conducta desviada en el momento.
  • Castigar la conducta desviada.
  • Recompensar selectivamente las alternativas prosociales de conducta.
  • Explicar qué está bien y qué está mal.

  • Desde esta perspectiva:
    • Cuando negligentemente los padres no asumen estas responsabilidades.
    • Cuando esta responsabilidad no se asume por otros servicios comunitarios.
    • Cuando el ambiente inmediato es portador de estructuras sociales atávicas.
    • Cuando a través de los medios de comunicación se ponen en cuestión (aunque sea por moda o por "progresismo") las reglas sociales básicas.

    Se excusa automáticamente de responsabilidad a los individuos y se mitifican (consciente o inconscientemente) modelos antisociales de comportamiento. La sociopatía es, por tanto, una consecuencia "natural".

    Obviamente, en estas circunstancia no todos los niños se convierten en delincuentes. Algunos se ven modelados por influencias externas (p.e., por el servicio militar) y otros tienen un temperamento que hace que su socialización sea casi automática. Pero cualquier niño cuyo temperamento tenga los atributos que dificultan la socialización (arriesgados, escaso miedo, agresivos, duros, no muy inteligentes, con encanto natural y muy manipuladores, sexuales o con temperamento violento) necesitan una socialización muy consistente.

    En suma, cuando hablamos de sociópatas nos referimos a aquellas personas cuya falta de socialización es fundamentalmente atribuible (como causa proximal) a la negligencia o incompetencia paterna, mientras que reservamos la palabra "psicópata" para referirnos a aquellos cuyo comportamiento antisocial es debido, primordialmente, a las características innatas que, o bien dominan su socialización de vez en cuando, o bien los hacen difíciles de socializar incluso en el seno de una familia estable con una estructura tradicional. No obstante, debe quedar claro que existe un continuo entre la sociopatía y la psicopatía con casos intermedios que, razonablemente, pudieran asignarse a cualquiera de las dos categorías -y, por supuesto, a su interacción.

    La personalidad psicopática

    La etiqueta de "Psicopatía" ("psicológicamente dañado") bastante inespecífica, se mantiene porque insiste en que la fuente del trastorno de conducta proviene de la psique, mas que de la situación. Popularmente se tiende a denominar como psicópata a aquellos criminales cuyos actos son especialmente horrendos e inhumanos, pero este no es el sentido en el que estrictamente se conoce al psicópata desde el punto de vista técnico. El grupo al que denominaremos psicópatas destemplados es probable que sea intermitentemente peligroso, pero los psicópatas primarios y secundarios se pueden considerar como vehículos con fallos en los frenos, peligrosos únicamente cuando la oportunidad y algunas peculiaridades auxiliares los llevan directamente en la dirección equivocada.
    A continuación se resumen los principales subtipos de psicopatías:


    Psicópatas temperamentales (episodios orgánicos). Pueden ser personas bien socializadas afectadas por un desorden orgánico episódico que puede perturbarles emocionalmente o estar desequilibrados mentalmente hasta un grado tal que, en algunos casos, incluso podría justificarse que tienen una responsabilidad disminuida. Puede encontrarse dentro del siguiente subtipo:

    • Psicópatas epilepticamente equivalentes: Ciertas lesiones cerebrales (tumores, hematomas, etc.) pueden producir conductas anormales, a veces de tipo antisocial, de la misma forma que las puede producir la tormenta cerebral epiléptica de la que el furor epiléptico es un ejemplo extremo y peligroso. También se ha argumentado que ciertos desequilibrios hormonales asociados con el periodo premenstrual produce, en algunas mujeres, reacciones emocionales aversivas y conductas irracionales de tal intensidad que quien las sufre tiene escaso control sobre sus actos. Algunos informes periciales de comportamiento violento e incluso de homicidio, han atribuido la responsabilidad a tales desequilibrios.

    En ciertas ocasiones se ha especulado con la idea de que una especie de cortocircuito cerebral subyace a las acciones sexuales agresivas de algunos hombres. Esta especulación pudiera dar cuenta de aquellos casos de violación en los que los propios criminales piden su castración química para no volver a cometer tales actos. No obstante, atendiendo a los historiales de violadores agresivos, se observa que tales comportamientos han sido condicionados a lo largo del tiempo, desde la infancia. Así por ejemplo, Thomas Schultz, en 1993, asesinó a una mujer que había conocido a través de un club de encuentros, y pasó 2 horas mutilando su cuerpo. Declaró que, ya en la escuela: "si me sentía atraído por alguna chica, por alguna extraña razón, incluso sin conocerla, quería hacerle daño". Su apetito sexual creció haciéndose cada vez más violento, hasta que acabó demandando el asesinato y la mutilación para ver satisfechos sus impulsos (Casseno, 1993).

    Psicópatas de temperamento colérico. "En 1991, "Schmidt cazó a Villalobos en la calle y le golpeó cinco veces con la hoja de una pala. Villalobos murió a causa de las heridas dos días después. Previamente Schmidt había sido sentenciado 12 veces por crímenes que incluían asalto con un cuchillo en 1986 y con un bate de baseball en 1989".

    Aunque parece de sentido común que algunas personas son más coléricas que otras, los psicólogos sabemos muy poco sobre esta área. Si algo podemos decir es que parece que las personas coléricas pueden caracterizarse por tener una "disposición persistente al comportamiento antisocial". Estos casos parecen poder identificarse como una subespecie del psicópata temperamental que se sitúa en el extremo superior de lo que podríamos denominar un rasgo de "rabia o furor".

    Psicópatas hipersexuales: Si bien parece que ciertas personas tienen una sexualidad más acusada que otras, al igual que ocurre con el caso de la disposición al furor, es asombroso lo poco que sabemos sobre las diferencias individuales en la fuerza del "drive sexual". No sabemos si existe una sola dimensión o varias. Lo único que sabemos es que algunos varones son capaces de asombrosas hazañas de energía sexual y que otros parecen estar obsesionados por urgencias sexuales durante una buena parte de su vida.

    Muchos varones confiesan que, durante algunas etapas de su vida, se han visto en tales estados de activación sexual como para que no les fuera posible pensar en las consecuencias, por ejemplo, de no utilizar preservativos. A juzgar por las confesiones del asesino y violador en serie, Albert DeSalvo, "el estrangulador de Boston", éste parece haberse encontrado en ese estado durante buena parte del tiempo diariamente. Al igual que el individuo colérico, este tipo de persona parece tener un alto riesgo de comportamiento sexual -un tipo de psicópata con mal temperamento situado en el extremo superior de la distribución de intensidad del drive sexual.

    Psicópatas ansiosos (el delito como refuerzo en sí mismo): El poder de los antojos para la indulgencia ilícita constituye un factor de riesgo para el comportamiento antisocial. La adicción a la droga, la pedofília, y la cleptomanía, son algunos ejemplos. Según algunos autores, tanto la cleptomanía como la pedofília pueden ser entendidos como un desplazamiento del impulso sexual. Otro ejemplo, no menos importante, lo supone el ansia de riesgo por sí mismo. En estos casos, el estrés elicita la secreción de ciertos opiáceos endógenos, cuyos efectos analgésicos ayudan a tolerar el dolor y la fatiga. Estos componentes parecen ser la fuente de ese gratificante "high" que experimentan los corredores de largas distancias al final de su tremendo esfuerzo.

    Estos subidones también pueden explicar muchas formas de comportamientos deliberadamente arriesgados (Gove y Wilmut, 1990). Para algunas personas, tales actividades generan una copiosa secreción de endorfinas o encefalinas que, en ausencia del dolor resultante, producen una experiencia placentera. En un estudio reciente con ladrones:

    Los informantes, casi unánimemente, dijeron que se producía una especie de "descarga eléctrica" antes de entrar en el lugar del delito. Algunos se refieren a esta sensación como una "descarga de adrenalina". Todos encontraron esta sensación muy placentera. ... "Sé que una vez que estoy dentro, todo lo que pueda encontrar es mío. Puedo tener todo lo que hay allí. Es como si fuera Navidad (Cromwell y Olson, 1991, p. 63).

    Como apuntan Apter (1992) y Katz (1988), muchas formas de crímenes, especialmente violentos, producen éste estado satisfactorio en algunos individuos, para quienes puede decirse que el crimen es su propio refuerzo.

    El psicópata histérico: Son individuos que a veces muestran una precipitación psicopática, indiferente a las consecuencias de sus actos, pero que, entre tanto, presentan sentimientos casi normales de aprensión o rechazo. Sigmund Freud ya comentó que la mente era capaz de una "represión" de la conciencia cuando se producen ciertos impulsos o ideas desagradables. Una vez más, parece que esta capacidad varía de persona a persona, y que aquellos individuos en el extremo superior de este continuo pueden ser denominados "histéricos".

    En personas normales, jóvenes socializados, el impulso a realizar acciones prohibidas tiende a abortarse porque pensar en sus consecuencias produce automáticamente miedo o culpa. Si se puede reprimir el pensamiento no placentero, es más probable que se caiga en la tentación. La tesis de Lykken es que esta represión implica algún tipo de mecanismo inhibitorio que conlleva esfuerzo emocional y que está sujeto al agotamiento. Durante dichos periodos de agotamiento, el psicópata histérico se muestra como una persona normal, vulnerable, a menudo atormentada por el rechazo de su comportamiento anterior.

    El psicópata primario. Son personas que no se encuentran necesariamente afligidas por apetitos anormales, por urgencias o por tormentas emocionales incontrolables. Tampoco son personas psicológicamente normales. Son aquellos que, simplemente, han elegido ciertas formas de crimen como la profesión o dedicación que mejor se ajusta a sus oportunidades y talentos.

    Estos sujetos pueden parecernos el producto no socializado de una educación incompetente unida a un mal ambiente. Dado que son tan resistentes a la socialización, provienen de la clase media, de familias tradicionales con padres que han sufrido durante mucho tiempo y que han procurado darles un buen ambiente y buenas oportunidades.

    Un ejemplo de este tipo es Ted Bundy, el guapo y agraciado asesino en serie cuya psicopatía se componía de elementos sexuales sádicos.

    No obstante, el psicópata primario no proviene necesariamente de una clase relativamente acomodada. Kody Scott, apodado Sanyka Shakur, y también conocido como "el monstruo", es un ejemplo de un psicópata que proviene de un ambiente desfavorecido. Este psicópata es un muchacho brillante, musculoso, aventurero, sin miedo y criado sin padre. Un muchacho que podría haberse convertido en un atleta profesional, un boxeador o un policía, pero que en lugar de ello se convirtió en criminal y asesino, un ejemplo clásico de psicopatía primaria.

    Dentro del tipo de psicópata primario existen otras variedades. En algunos de estos psicópatas, el componente de socialización que ya hemos discutido, esto es, la disposición a inhibir la conducta antisocial, se ha logrado razonablemente bien, pero no se ha desarrollado una consciencia eficaz y fuerte que lo acompañe.

    Niños listos, con determinada dificultad de temperamento y bajo ciertos regímenes educativos, pueden aprender intelectualmente las reglas de la vida social y pueden encontrar que la observancia de tales leyes se premia de forma consistente y conduce a un logro social gratificante. Hasta este momento, este es el patrón de desarrollo que podríamos esperar para muchos niños. Sin embargo, la mayoría de los niños, cuando se salen de dichas reglas, son castigados y su miedo y aprensión a la desaprobación de las personas mayores les conduce, por mecanismos que ya hemos discutido, a interiorizar los valores de los mayores y al desarrollo de su propia consciencia. No obstante, con psicópatas primarios potenciales, tal castigo no es eficaz y la única fuerza que les hace adoptar una senda prosocial es la motivación hacia su propia conveniencia. La mayor parte del tiempo aceptan la honestidad como la mejor política, pero la verdad es que estas reglas no se aplican siempre en su vida real. Hay veces en que el delito rinde beneficios. Esto ocurre cuando la utilidad de la trampa, la mentira, o el robo, es claramente mayor que la inutilidad, a menos que la ecuación de inutilidad incluya componentes significativos de miedo, vergüenza, o culpa. Por tanto, existen algunas personas trabajadoras, incluso altruistas, que simplemente rompen las reglas aquí y allá, cuando les conviene.

    En muchos casos interesantes, la indiferencia a la moralidad convencional puede enmascararse con éxito bajo la apariencia de la conformidad social, o combinada con un talento prodigioso de tal magnitud que parece más excéntrico que delictivo, o que puede manifestarse a tan gran escala o dirigido hacia fines tan importantes, como para ser clasificado como líder más que como un criminal. Por tanto, esta especie de psicopatía primaria puede incluir ciertos líderes no encarcelados que provienen de la política, el comercio, la industria; ciertos miembros de la policía o del sistema judicial, algunos artistas, políticos u hombres de estado.

    El psicópata secundario (propenso a la culpabilidad). Ronald Blackburn (1975) define al psicópata secundario como un individuo "agresivo, impulsivo, no socializado", y características que comparte con el psicópata primario. Sin embargo, el psicópata secundario se diferencia del primario en que también es "introvertido, reservado, y propenso a la culpabilidad".

    Desde un punto de vista neuropsicológico, la teoría sobre la psicopatía propuesta por Fowles y Gray, sugiere que la conducta psicopática puede ser resultado, no sólo de un débil Sistema de Inhibición Conductual (BIS), como en el caso de los psicópatas primarios, sino también de un Sistema de Activación Conductual (BAS) sobreactivado. El primero conduce a la psicopatía primaria y el segundo a la psicopatía secundaria. El psicópata gobernado por un BAS sobreactivado es un buscador de sensaciones que, a la vez, reacciona con estrés, preocupación, e irritabilidad, insatisfecho con su vida y consigo mismo. Dado que tiende a vivir en el límite, donde está la acción y el riesgo, se ve enfrentado a más estrés que el promedio de las personas, y al contrario que el primario, puede ser más vulnerable al estrés que una persona promedio.

    El psicópata carismático (encanto y capacidad de manipulación). Con características comunes a todos los demás psicópatas, la particularidad de estos es su enorme encanto y su gran capacidad de manipulación. A menudo, con una puntuación altísima en inteligencia verbal y conocimiento de las necesidades ajenas, estas personas son grandes vendedores de "sueños imposibles", teorías que en algunos momentos llegan a creerse, no porque estén convencidos/as de ellas, sino porque tienden a rodearse de individuos de personalidad débil que los adoran como a un Dios: el poder y el control es su recompensa. La borrachera de poder que supone el liderazgo asumido sin condiciones por sus víctimas, su gran capacidad de manipular las emociones ajenas y su enorme indiferencia ante las consecuencias de sus actos, les lleva a veces a situaciones límite de tal magnitud que terminan muriendo en medio de un suicidio colectivo. Charles Manson y David Koresh son ejemplos típicos de este tipo de psicópatas.

    Personalidad antisocial de carácter neurótico
    Desde la perspectiva psicodinámica tiende a interpretarse el comportamiento sociopático en términos de una etiología básicamente neurótica con un componente inconsciente importante. Es decir, desde este punto de vista existe el supuesto implícito de que la persona que ha sido normalmente socializada, pero que muestra una conducta antisocial, debe ser entendida en términos de algún complejo emocional aberrante e inconsciente, que tiene su origen en la infancia y que domina las tendencias conductuales normales en la adolescencia y la madurez.

    Algunos niños nunca han sido adecuadamente socializados y, por tanto, sus "tendencias normales de comportamiento" son salvajes y a menudo antisociales. Por tanto, no podemos esperar que estas explicaciones se apliquen o permitan dar cuenta de una proporción importante de los delincuentes antisociales. No obstante, existen ciertos patrones de experiencias que pueden conducir plausiblemente a un comportamiento antisocial intermitente o focal, dado que la persona no puede explicar coherentemente sus motivaciones; en este caso, se supone que expresa impulsos neuróticos de carácter inconsciente.

    Los subtipos de la personalidad con carácter neurótico abarcan un amplio abanico de personas que rompen las reglas, normalmente de forma menor, por diversas razones de desajuste personal o social. Este es un grupo de personalidades antisociales que es probable que se beneficien de algunas formas de psicoterapia de tipo dinámico, fenomenológico, o rogeriano.

    Podemos encontrar diversos subtipos.

    • Super-ego lacunario. La analista infantil Adelaida Johnson (1949) describió una forma de trastorno de conducta resultado de que el padre obtiene satisfacción vicaria de ciertas formas de conducta desviada del niño/a y que, por tanto, refuerza ese comportamiento de forma que se convierte en persistente. Algunos padres, con un historial de apocamiento, que abiertamente (normalmente en forma de manifestación pública ante personas) deploran el comportamiento agresivo de sus hijos, encubiertamente (en privado) refuerzan su conducta por la satisfacción vicaria que obtienen. En ciertos casos, algunas madres han llevado inadvertidamente a sus hijas a un comportamiento sexualmente promiscuo, dado que obtenían una satisfacción vicaria de las aventuras de sus hijas.

    • Buscadores de castigos. Existen pautas de educación en las que el comportamiento extraño de alguno de los padres puede conducir a una conducta antisocial de los hijos, que, a los ojos del espectador, aparece como un comportamiento casi masoquista de búsqueda de castigo. Imaginemos el siguiente escenario:

    Una rata vive en una caja con un suelo de metal electrificado, una luz encima de su cabeza y una palanca móvil. Tres veces al día se enciende la luz y, entonces, después de pasado un periodo de tiempo impredecible, se administra a la rata una descarga eléctrica a través del suelo y la luz se apaga. Si la rata presiona la palanca mientras que la luz está encendida, estos sucesos ocurren simultáneamente: se produce la descarga, la luz se apaga y, por tanto, finaliza la descarga. La rata aprende estas contingencias de forma que, cuando al principio se la coloca en la caja, evita presionar la palanca, pero cuando la luz se enciende y aumenta la tensión producida por el impedimento de la descarga, se alcanza un punto en el que va directamente a presionar la palanca para que la descarga se produzca cuanto antes, la luz se apague y finalice la descarga. La rata ha aprendido a emitir una conducta que produce castigo." (Lykken, 1995, p. 40).

    Esto es análogo, en alguna medida, a ciertos tipos de interacción padre-hijo que implica una creciente conducta que opera buscando los límites, hasta que al final, un padre abiertamente permisivo se estresa más allá de su resistencia y toma represalias castigando al niño, quizás muy severamente. A esta acción le sigue una reconciliación emocional con lágrimas, declaraciones de amor y remordimiento compartido.

    Lo que el niño o la niña aprende es que la tensión de la creciente alienación y culpa puede aliviarse por un castigo, puesto que es un castigo que conduce al perdón y la reconciliación. Lo que aparece a los ojos del observador es una secuencia donde el niño realiza un comportamiento intolerable que, en el fondo, busca el castigo del padre.

    • Rebelión adolescente. Este comportamiento se produce a menudo en familias donde los padres centran su atención fuera del núcleo familiar, donde esperan obtener recompensas de diversos tipos (buena opinión de vecinos, una posición de poder más elevada, un mayor reconocimiento moral, etc.). Esto lleva a relegar al hijo/a en sí a un segundo plano; éste solamente alcanza su valor en la medida en que es reconocido por otros. En estos casos, el comportamiento delictivo puede interpretarse como una necesidad de reconocimiento, afecto, o atención, de tal forma que el adolescente o la adolescente que lo realiza alcanza una determinada identidad personal.

    • Desorden paranoide de personalidad. Este síndrome tiene un origen bastante misterioso. Algunas personas, sin una psicosis real, son capaces de verse a sí mismos (o a su grupo) del lado de los buenos y a todos los que se les oponen del lado de los malos. De esta forma, en una especie de sensación de guerra permanente, cualquier táctica está justificada.

    • Personalidad inadecuada. Un escenario familiar es el de la adolescente que no se siente querida en casa y que tiene una baja autoestima, pero que busca obtener aceptación y una simulación de amor y cercanía humana haciéndose sexualmente accesible. En la medida en que cae en manos de una persona manipuladora, el o la adolescente cae bajo un dominio exagerado, dentro del cual, en un creciente estado de vulnerabilidad, puede realizar cualquier acción con tal de obtener un minimo de cariño y reconocimiento.

    Resumen de la clasificación de los tipos delictivos.

    Se ha presentado esta clasificación de Lykken porque señala la complejidad del problema del trastorno antisocial de personalidad. Esta no es una taxonomía formal, pero una taxonomía es un requisito imprescindible para el avance en la comprensión científica de un fenómeno. Cuando se puede elaborar una taxonomía adecuada, el diagnóstico diferencial del fenómeno se hace más fiable.

    Resumen de la taxonomía de D. Lykken (1995), en relación con el modelo de vulnerabilidad que relaciona diferencias de temperamento y competencia de los padres.
    Se resumen las categorías básicas de la taxonomía propuesta por David T. Lykken (1995):

    • El eje horizontal representa la facilidad para ser socializado (temperamento difícil frente a temperamento fácil).
    • El eje vertical representa la competencia de los padres (padres competentes frente a padres incompetentes).

    El amplio grupo de Sociópatas tiene una crianza pobre y algunos de ellos son difíciles de socializar, lo que hace que exista cierto solapamiento entre ellos y los Psicópatas. Los delincuentes convencionales y las subespecies de los Sociópatas Disociales se agrupan para sugerir que los temperamentos complicados y los padres relativamente incompetentes, aumentan la probabilidad de la conducta antisocial de estos grupos.
    Los investigadores de la personalidad antisocial encuentran dificultades por el hecho de que es mucho mas fácil identificar a las personalidades antisociales entre los individuos arrestados por algún crimen que entre la población en general. Como resultado el grupo en el que se basa la investigación tal vez no sea típico de todas las personas con trastorno de la personalidad antisocial. Una investigadora enfrenta este problema metodológico como único: puso el anuncio siguiente en el periódico de Boston:
    “Se buscan personas encantadoras, agresivas y despreocupadas, que sean irresponsables de manera impulsiva, pero sean eficaces para menejar gente y buscar el número uno. Enviar nombre, dirección, teléfono y una biografía breve que compruebe lo interesante que es a..” Wildom, 1978
    El anuncio de Wildom tuvo unas 73 respuestas de las cuales mas o menos dos terceras partes eran de hombres. Alrededor de una tercera parte parecía cumplir con los criterios para un diagnóstico de trastorno de la personalidad antisocial. Se entrevistó a las personas que respondieron y se les sometió a una bateria de pruebas psicológicas. Algunas de las características se ven en la siguiente tabla:
    Características: Porcentaje de sujetos
    Registro de arrestos:
  • Detención
  • Arestos en la edad adulta
  • Condenas en la edad adulta
  • 17.9
    64.3
    17.9
    Encarcelamiento:
  • Cuando era joven
  • En la edad adulta
  • 10.7
    32.1
    Hospitalización psiquiatrica
  • Hospitalizado en algunas ocas.
  • Solo como paciente externo
  • 21.4
    46.4
    Intentos de suicidio
  • Cantidad con los registros psiquiatricos y de arresto records
  • 46.4
    Separación de los padres:
  • Hogares desechos
  • divorcio
  • Psicopatología de los padres
  • Alcoholismo de los padres
  • 21.4
    7.1
    7.1
    17.8
    La investigadora llegó a la conclusión que la principal diferencia de su muestra las de la prisión era que las personas que respondieron a su anuncio de alguna manera habían podido evitar la condena después del arresto o detención por parte de la policía. En otros aspectos parecían muy similares a los de la prisión.

    DESCRIPCIÓN DEL CONCEPTO PERSONA EN EL TRASTORNO DE PERSONALIDAD ANTISOCIAL.
    Persona:
    Los procesos mentales de estos individuos pueden ser -sobre todo en aquellos cuyas premisas básicas no reconocen el bien y el mal- en muchos aspectos correctos e incluso excepcionalmente creativos; sin embargo, el conocimiento y la evaluación que -de esos procesos- tengan los psicópatas, será posiblemente regular o malo, ya que si trataran de ahondar demasiado en ellos correrían el riesgo de ver algunas de sus inconsistencias.
    Personalidad:
    El conocimiento que estos sujetos tienen de su personalidad, en general, aunque no siempre, es de regular a malo; por otro lado, practicamente surge de la definición Macropsicológica de psicopatía que, tanto la evaluación que, en caso de interesarles, pudieran hacer de esta, como su posterior instrumentación, son malas.
    Cuerpo:
    Parecería poco probable que las características propias de la psicopatía incidieran en forma relevante en el conocimiento, evaluación e instrumentación que el sujeto hiciera de su cuerpo.
    Contexto:
    Con respecto al contexto, dejando de lado -en algunos casos- su familia más cercana, podría considerárselo como el coto privado de caza del psicópata. Lo conocen bien, saben cuales son sus puntos fuertes, asi como sus flaquezas y aprovechan estos conocimientos para explotarlo al máximo. La evaluación que hacen del mismo es casi siempre incompleta, por que, como sabemos, a estos individuos no les interesan los sentimientos, necesidades y motivaciones de los demás que no estan relacionados, de alguna forma, con sus propios intereses, por otro lado, es común que sobreestimen sus posibilidades de impunidad. La instrumentación que posteriormente hacen de este conocimiento y evaluación está dirigida exclusivamente a satisfacer sus propios deseos y necesidades y desde ese punto de vista es coherente. Podemos clasificarla como buena para el sujeto y mala para el contexto.
    Adecuación a Normas:
    Por último, la adecuación a normas del psicópata es nula ya que éstas -para él-, o bien no existen o, de existir, no le serían aplicables.
    Área Persona en las psicopatías.
    Áreas Persona Personalidad Cuerpo Contexto
    Conocimiento R o M R o M ? B
    Evaluación R o M R o M ? ?
    Instrumentación R o M R o M ? ?
    Adecuación a Normas: M
    BASES AMBIENTALES
    MODELO DE VULNERABILIDAD.

    Tanto el psicópata como el sociópata son los extremos de un continuo, en el que las dificultades temperamentales corresponden al psicópata y la crianza inadecuada corresponde al sociópata. El primer parámetro del modelo lo constituyen las pautas de crianza que conducen al proceso de socialización. El segundo parámetro lo constituye la propensión a la dificultad de temperamento. La interacción entre el primero (desarrollo) y el segundo (propensión) constituyen un modelo explicativo del desarrollo de la criminalidad en psicópatas y sociópatas. Veamos cada uno de estos parámetros.

    Socialización.

    Por socialización se entiende el conjunto de hábitos adquiridos por una persona según las reglas y expectativas de la sociedad en la que vive. La socialización incluye tres componentes principales:

  • Consciencia. Es la disposición general a evitar conductas antisociales. Esta evitación normalmente es el resultado del miedo al castigo, incluyendo el castigo anticipado y autoinfligido, que en forma de culpabilidad y vergüenza, configura un mecanismo autónomo, que opera como una unidad funcional a la que llamamos consciencia. Ambos tipos de castigo se combinan con la tendencia a rechazar, sobre bases racionales de utilidad, la alternativa del crimen. Para muchos adultos, la evitación del crimen se convierte en una reacción automática, dado que la obediencia de las normas sociales se convierte en algo habitual. Una de las razones por las que los delitos son más frecuentes durante la adolescencia es que éstas reglas no están todavía suficientemente consolidadas durante este periodo del ciclo vital.

  • Prosocialidad: Este segundo componente de socialización es una disposición general hacia el comportamiento prosocial. Este incluye todos los impulsos de cuidado nutricional y crianza, afectivos y altruistas que se llevan a cabo, o se actualizan, a través de :
      • El cultivo de la capacidad de empatía.
      • La participación en, y el disfrute con, las relaciones afectivas.
      • La admiración de modelos prosociales y el deseo de emularlos.
      • La aceptación de la responsabilidad adulta: Este tercer componente consiste en la motivación y las correspondientes habilidades asociadas que se requieren para aportar "el granito de arena" personal al esfuerzo comunitario. Esto implica la adquisición de una "mentalidad" éticamente guiada, la aspiración de logro a través del esfuerzo personal, y la aceptación de las responsabilidades sociales y familiares.

      • La segunda obligación más importante de los padres, después de la de proporcionar cuidado, alimentación y seguridad a los hijos, es la socialización. La socialización (y por lo tanto, la responsabilidad) es el producto de dos factores:

      • Los hábitos de crianza
      • Las propensiones innatas

      • La crianza es una de las tareas humanas más complejas. Algunos padres lo hacen mucho mejor que otros. Generalmente, las familias de los niños antisociales usan hábitos disciplinarios inconsistentes, los padres se implican poco con sus niños, y supervisan muy mal sus acciones. Además, existen algunas características que dificultan el proceso de socialización en mayor medida en algunos niños que en otros. Como regla: Los niños que son más buscadores de aventuras, impulsivos, agresivos, menos inteligentes o de menos talento, son los más difíciles de socializar.

        Dificultad de temperamento.

        El segundo parámetro del modelo lo constituye la propensión individual, con marcada influencia genética, a la dificultad de temperamento. En un informe reciente sobre las causas del crimen y la violencia, el Consejo Nacional de Investigación de los Estados Unidos afirma textualmente:

        "El temperamento podría explicar por qué sólo una parte de los niños que provienen de familias y vecindarios de alto riesgo desarrollan conductas antisociales y violentas" (Reiss y Roth, 1993).

        Es más, en un estudio longitudinal reciente (Sampson y Laub, 1993) llevado a cabo con 500 chicos delincuentes, se observó que buena parte de ellos, desde pequeños, eran "difíciles", mostrando frecuentes rabietas temperamentales y comportamientos similares, incluso cuando se controlaban variables asociadas a las diferencias en pautas de crianza o educativas, como por ejemplo, escasa supervisión, disciplina severa, rechazo, o mala conducta paterna o materna.

        Los rasgos temperamentales que se encuentran más asociados con la "dificultad de socialización" son la ausencia de miedo, la agresividad, la impulsividad, y la búsqueda de sensaciones.

        Así, junto con la socialización, las diferencias individuales en temperamento constituyen la otra cara de las explicaciones sobre los trastornos antisociales de personalidad, según el modelo de "vulnerabilidad". Se ha visto en diversos estudios que las diferencias individuales en estos rasgos temperamentales son debidas, en alguna medida, a la influencia de los factores genéticos.

        Ausencia de miedo

        Las diferencias individuales en este rasgo (ausencia de miedo, o evitación de daños) son importantes, porque muchos de los agentes de socialización descansan en el castigo (o en el refuerzo negativo) como técnica.

        Este castigo funciona, cuando lo hace, mediante la invocación del miedo cuando los impulsos para hacer algo que ha sido castigado previamente ocurre la próxima vez. En consecuencia, los niños con un miedo relativamente bajo y que no son fácilmente intimidables por el castigo, por término medio, son aquellos que con mayor probabilidad están peor socializados. De hecho, en un estudio (Farrington, 1986) se encontró que las puntuaciones altas en la variable "desafío" entre los 8 y los 10 años, era el mejor predictor de ser convictos de delito entre los 16 y los 24 años. Es más, incluso entre adultos socializados, la persona con una ausencia relativa de miedo es la que con mayor probabilidad sucumbe a las tentaciones delictivas.

        Las diferencias individuales en el rasgo "ausencia de miedo" pueden ser identificadas tempranamente y son bastante estables a lo largo del tiempo. Incluso aquellos niños que entre los 20 y los 30 meses son clasificados como tímidos (30%) o como desinhibidos o poco miedosos (30%), pueden ser clasificados de la misma forma 5 años más tarde (Kagan, 1994). A pesar de esto, los padres pueden intervenir de tal forma que su actuación modifique la tendencia marcada por la genética. Cuando la intervención, por medio de la educación, opera en contra de la propensión genética, entonces estamos ante una correlación genético-ambiental reactiva negativa. Así por ejemplo, los padres pueden ayudar a superar la tendencia a la timidez mediante estilos educativos que podrían ser clasificados de desensibilización sistemática.

        Cuando no tenemos en cuenta la intervención familiar directa (correlación genético-ambiental reactiva), lo que tiende a suceder es que las diferencias iniciales en ausencia de miedo tienden a exagerarse. Este proceso, en el que el niño actúa directamente sobre sus propias tendencias genéticas, se le denomina correlación genético-ambiental activa. Así, el niño miedoso evita exponerse a ambientes poco seguros y buscar ambientes poco excitantes y seguros, evitando así exponerse a aquellas experiencias que le endurecerían cada vez más. Por el contrario, el niño atrevido (con bajo miedo), asume progresivamente más riesgos
        (se sube a las sillas, después a las mesas, las barandillas, los árboles, el tejado, etc.) y, por tanto, se vuelve progresivamente más tolerante al miedo.

        Para medir el bajo miedo se han construido dos escalas: El Cuestionario de Preferencias de Actividades o APQ (Activities Preference Questionnaire de Lykken, 1957) y la subescala de "Evitación de daños" o H (Harmavoidance) del MPQ (Multidimensional Personality Questionnaire de Tellegen) que emplea diversos ítems del APQ. Este último instrumento, el MPQ, agrupa además otras escalas interesantes como la de Agresión o A, Control o C (cuyo polo opuesto mide Impulsividad) y la escala de Restricciones o R (cuyo polo opuesto lo constituye la búsqueda de sensaciones). El MPQ ha sido utilizado masivamente por McGue y colaboradores (McGue, Bacon, y Lykken, 1993) en el estudio de gemelos de Minnesota sobre Gemelos Criados por Separado dirigido por Tom Bouchard. Los resultados se presentan en la siguiente tabla.

        TABLA

        Correlaciones intraclase en las Escalas de Tendencias Delictivas del Cuestionario Multidimensional de Personalidad (MPQ) para Gemelos criados por separado (MZA) y correlaciones entre Gemelos adultos criados juntos (MZT)

        Escalas del MPQ
        MZA
        (N= 54)
        MZTa
        (N= 79)
        Estabilidad b
        (n= 254)
        MZA
        Estabilidad
        Agresión .30 .43 .54 .80
        Controlc .49 .45 .55 .82
        Evitación de daños .43 .43 .64 .67
        Restriccionesd .56 .46 .59 .78
        a Estos gemelos fueron evaluados cuando tenían 20 años y cuando alcanzaron los 30 años. Las correlaciones son, en este caso, correlaciones entre los gemelos A (y los B) a los 20 y a los 30 años de edad.
        b Estas son correlaciones de cada persona consigo misma con diez años de intervalo.
        c Las personas con baja puntuación en la escala de Control del MPQ son impulsivas, que tienden a actuar antes de pensar.
        d Esta escala es prácticamente equivalente a la Escala de Búsqueda de Sensaciones SSS (Sensation Seeking Scale) de Marvin Zuckerman (1989).

        La primera columna muestra las correlaciones entre pares de gemelos criados por separado MZA. La segunda columna muestra las correlaciones entre las correlaciones (correlaciones de correlaciones) obtenidas entre pares de gemelos en dos momentos temporales (a los 20 y a los 30 años). La tercera columna muestra la estabilidad a largo plazo (10 años) durante la tercera década de la vida, una vez independizados de su familia. Dividiendo los valores de la segunda columna por los valores de la tercera columna, la cuarta columna proporciona una estimación de la heredabilidad del componente de estabilidad de cada rasgo.

        Como puede observarse en la última columna, más de dos tercios de la varianza que es estable en cada rasgo está genéticamente influida. Sin embargo, la columna 3 indica que cerca del 40% de la varianza total de dicho rasgo no es estable a lo largo de un periodo de 10 años, sino que se encuentra influida por las vicisitudes de experiencia por las que pasa la persona.

        Volviendo al tema del rasgo "ausencia de miedo", el aspecto más importante es que este rasgo ya es evidente en la infancia, es bastante estable en el tiempo (aunque no tanto como los rasgos intelectuales, como es lógico), y que dicha estabilidad está sustancialmente relacionada con la variabilidad genética. Por tanto, dado que los niños con bajo miedo presentan una alta probabilidad de convertirse en delincuentes, la población criminal incluye más individuos con poco miedo que individuos miedosos, en comparación con la población no delincuente.

        Agresividad

        Las diferencias individuales en agresividad se conceptualizan como la tendencia a implicarse en ataques físicos o verbales. Esta tendencia también es bastante estable desde la niñez a la madurez. Además, esa estabilidad está presente en diversas culturas (Eron y Huesman, 1990; Olweus, 1979). Los niños que son agresivos tienen una alta probabilidad de convertirse en adolescentes violentos (Reis y Roth, 1993).

        Si asumimos que la escala de Agresión del MPQ (MPQ-A) mide al menos los grados más civilizados de la agresión, entonces, tal y como vimos en la tabla 3.1., la heredabilidad de la agresividad en adultos es aproximadamente .30 (primera columna), aunque en población adolescente dicho rasgo es algo más alto (.39). No obstante, del componente de estabilidad a largo plazo de la agresividad (.54), cerca del 80% se encuentra influida por las diferencias genéticas.

        Cuando se estudia la relación entre padres e hijos, se observa que la correlación en escalas de agresividad entre padres e hijos, a la misma edad, es de 0.63. Esto nos indica que la agresividad es un fenómeno familiar que no solamente es debido a la transmisión genética, sino también a los modelos de agresividad desplegados por los padres (correlación genético-ambiental pasiva).

        Estos datos se han contrastado en dos estudios realizados por Plomin y Rowe (Plomin, Foch y Rowe, 1981; Plomin, Nitz y Rowe, 1989) con resultados congruentes. A diferencia de muchos otros rasgos de personalidad, las diferencias en agresividad se ven influidas, en una buena parte, por el componente de ambiente compartido (familiar) de la varianza ambiental. Esta influencia proviene de dos fuentes:

        • De los padres, (fundamentalmente del padre, según Jary y Steward, 1985) cuyo modelo de agresividad influye tanto sobre los niños/as de por sí agresivos, incrementando significativamente su agresividad más allá de lo esperable por la genética (correlación genético-ambiental pasiva positiva), como sobre los niños/as no agresivos, haciéndolos agresivos (correlación genético-ambiental pasiva negativa).
        • De los hermanos que son agresivos de por sí. En este caso, se da una influencia sobre el hermano "no-genéticamente" agresivo, haciéndolo agresivo (correlación genético-ambiental pasiva negativa), pero no influye sobre el hermano "genéticamente" agresivo, haciéndolo más agresivo; es decir, no se da una correlación genético-ambiental pasiva positiva.
        Impulsividad y búsqueda de sensaciones.

        Apenas hay estudios sobre la heredabilidad de la impulsividad, si bien este rasgo temperamental básico ha sido estudiado por Gray en adultos y por Buss y Plomin en niños. El rasgo de impulsividad se ha confundido a menudo con el síndrome de hiperactividad. Una importante distinción en estos casos proviene de la presencia de anormalidades neurológicas detectadas a través de EEG (electroencefalograma).

        En un estudio realizado por Satterfield (1987), en el que siguió a un grupo de niños diagnosticados como hiperactivos entre los 6 y los 12 años junto con un grupo control de no hiperactivos, se observó que a los 18 años, en el grupo de hiperactivos, se había producido un 47% de arrestos por uno o más delitos graves, mientras que en el grupo control sólo se había producido un 7% de arrestos. Además, dentro de los hiperactivos, un 25% habían sido recluidos en instituciones penitenciarias, mientras que estos sucesos solo se habían dado en un 1% de los casos en el grupo de los no hiperactivos.

        No obstante, si se controlan aquellos individuos hiperactivos cuyos datos diagnósticos mostraban presencia de problemas neurológicos, los resultados indican que, justo aquellos que no presentaban evidencias de problemas neurológicos eran los que mostraban peor prognosis con respecto al comportamiento antisocial en la adolescencia. Esto sugiere que muchos de los diagnosticados como hiperactivos por los médicos no muestran ningún trastorno neurológico evolutivo, sino que, probablemente, estos son niños cuyo diagnóstico de hiperactividad se encuentra más relacionado con un temperamento impulsivo, una rasgo de búsqueda de sensaciones, un nivel de miedos relativamente bajo, un alto nivel de agresividad, y un estilo de crianza ineficaz para dirigirles y controlarles.

        Por otra parte, tal y como apunta Zuckerman (1989) el rasgo de "búsqueda de sensaciones" o SS (Sensation-Seeking) es uno de los principales marcadores, sino el principal, subyacentes a la vulnerabilidad al crimen.

        Los estudios sobre este rasgo indican que aproximadamente la mitad de su varianza se encuentra influida por las diferencias genéticas; esto es, su heredabilidad es aproximadamente de .60 en muestras de gemelos criados juntos (Fulker, Eysenck, y Zuckerman, 1980) y de .54 en gemelos criados por separado. A su vez, este rasgo correlaciona positiva y significativamente con impulsividad y bajo miedo. Esto quiere decir que la persona buscadora de sensaciones tiende a ser, a su vez, impulsiva y presentar una acusada ausencia de miedo.

        Desde un punto de vista psicométrico, la escala de búsqueda de sensaciones de Zuckerman (SSS) correlaciona negativamente (r= -0.60) con la escala de Restricciones del MPQ (MPQ-R) -es decir, a menor Restricción mayor Búsqueda de Sensaciones. Una persona que puntúa alto en esta escala tiende a ser miedosa, controlada, y de valores tradicionales.

        Tal y como puede observarse en la tabla , tanto la escala de Control como la de Restricciones presentan influencia genética sobre el componente de estabilidad, alrededor de .80. Debe recordarse que cuando hablamos del componente de estabilidad a largo plazo de un rasgo, no nos referimos a su varianza total, sino solamente a aquella que permanece estable a lo largo del tiempo.

        Responsabilidad frente a criminalidad

        La socialización es un concepto de múltiples facetas y, solo una de ellas consiste en la evitación del comportamiento criminal.

        Alguna personas bien socializadas cometen crímenes si se encuentran en circunstancias extremas. Es una paradoja de la vida en prisión que los asesinos "pasionales" a menudo son los que mejor se comportan. Algunos delincuentes habituales son trabajadores responsables, maridos o padres modelo, o miembros respetables de alguna subcultura disocial. Por otra parte, muchos no criminales son malos ciudadanos. Algunos psicópatas, especialmente aquellos con talento y que han nacido en un medio privilegiado, son capaces de alcanzar éxitos profesionales gratificantes a través de canales más o menos normales. Esto es, personas con talento que han sido adecuadamente reforzados por su éxito en el colegio y posteriormente en sus actividades profesionales, pueden desarrollar buenos hábitos de trabajo y fuertes aspiraciones dirigidas a meta, sin el beneficio de una educación familiar eficaz y también sin el aguijoneo de la conciencia o el temor al fallo. Aquellos que han adquirido estos componentes de la socialización, a menudo simulan con éxito los otros componentes y ocultan su falta de restricciones de conciencia.

        Dado que algunos delincuentes están bien socializados, mientras que muchas personas parcialmente socializadas no son abiertamente delincuentes, es necesario distinguir entre criminalidad y socialización.

        Crimen y criminalidad

        La teoría criminológica clásica sugiere que la conducta humana está orientada a la búsqueda del placer y a la evitación del dolor. Dado que algunas de las cosas que proporcionan placer o evitan el dolor están prohibidas por la ley, hasta cierto punto se puede decir que el delito es "natural". Así, lo que importa es el delito en sí, y castigos cuyo dolor sobrepase al placer mismo o su expectativa proporcionada por la violación de la ley. Por consiguiente, estas teorías ignoran las diferencias individuales.

        Por otra parte, teorías sociológicas como la de Sutherland, tienen un punto de vista diametralmente opuesto y mantienen, como Rousseau, que el crimen es una violación de los impulsos naturales prosociales del hombre, por lo que es una cuestión de aprendizaje. Estas teorías mantienen que la tendencia natural del hombre es la conformidad con las normas del grupo en el cual ha sido socializado y al cual debe lealtad. Por tanto, las personas nunca violan las normas de sus propios grupos de referencia, sólo las de otros grupos. Estas teorías, al igual que la teoría clásica, también tienen su parte de verdad, pero tampoco sirven como una teoría general de la delincuencia, puesto que tampoco explican las diferencias individuales.

        Una alternativa la constituye la teoría o modelo de vulnerabilidad de David Lykken (1995). Esta teoría considera la conducta antisocial como una función multiplicativa de las proclividades o tendencias antisociales (delictividad) al interactuar con las tentaciones o protecciones del ambiente inmediato. Por lo tanto, la delincuencia y la criminalidad serán el resultado de la interacción de los factores genéticos y las experiencias tempranas (en especial, las habilidades paternas de crianza).

        Decir que la criminalidad es función de las tendencias antisociales combinadas con una crianza inadecuada puede parecer una verdad, pero establece un principio importante y nos sitúa en la dirección que, según Lykken, resulta adecuada.

        Muchos antropólogos, como Boas, sientan sus teorías en la idea de que el hombre es el resultado del condicionamiento social. Esta idea se ha extendido a muchos sociólogos y psicólogos sociales. Así por ejemplo, W. Mischel ha sostenido que la conducta es, primordialmente, situacional y que las diferencias individuales en rasgos como la socialización o criminalidad son poco importantes. Se podría describir muchas de las teorías que, suscribiendo el punto de vista de Rousseau, consideran al hombre como un "noble salvaje", bueno por naturaleza, cuya corrupción deviene de la influencia social.

        Estos supuestos chocan con la idea de Lykken de que la mayor parte del comportamiento delictivo y criminal puede ser entendido en términos de un rasgo adquirido, denominado "responsabilidad", que interactúa con impulsos delictivos, que varían en grado en función del individuo y de la situación. Bajo estos supuestos:

      • Sucumbir a la tentación delictiva supone que, al menos momentáneamente, el impulso a caer es más fuerte que las fuerzas que evitan caer.
      • El miedo a las consecuencias constituye una fuerza represora muy importante; algunos niños son innatamente más temerosos que otros. Lykken argumenta que aquellos niños que "naturalmente" tienen un miedo escaso, desarrollan una consciencia eficaz con mucha mayor dificultad que la mayoría de los niños, y, por tanto, presentan menos restricciones no solamente en función del miedo, sino también por la culpa.
      • Los niños inusualmente impulsivos tienden a actuar antes que pensar sobre las consecuencias y, por tanto, fracasan al experimentar las restricciones internas hasta que es demasiado tarde.

      • Además, otras diferencias "naturales" entre los niños influyen sobre la parte "impulsiva" de la ecuación. Un niño de temperamento "vivo" es más proclive a sucumbir a la tentación de la violencia que otros niños de temperamento más plácido. Para algunos niños, el riesgo en sí mismo es una atracción poderosa porque produce una fuerte excitación altamente gratificante -y muchas situaciones delictivas provocan este "high" o "subidón" de excitación.

        En términos generales, las características temperamentales que hacen difícil la socialización son: proclividad al riesgo, escaso miedo, tendencias agresivas, dureza emocional, inteligencia baja o media-baja, encanto natural, tendencia a la manipulación, alta sexualidad, o temperamento violento.

        Por otra parte, muchas personas no socializadas tienden a socializar poco a sus propios hijos. Por esta razón, personas con temperamentos de difícil socialización tienden a producir hijos con una doble desventaja: niños con temperamentos difíciles cuyos padres son incapaces o están poco dispuestos a socializarlos. Estos niños tienen una alta probabilidad de convertirse en delincuentes.

        Ahora se muestran las diferencias entre la psicopatía y la sociopatía, considerando las diferencias innatas en temperamento y los hábitos de crianza.

        Grado de socialización según la competencia de los padres y tres tipos de genotipos. El niño con un temperamento fácil de socializar saldrá adelante incluso con unos padres poco competentes. El niño con un temperamento difícil de socializar crecerá como psicópata a no ser que sus padres sean muy hábiles o que en su ambiente de crianza existan incentivos muy robustos dirigidos a la prosocialización. La mayor parte de las personas con un genotipo medio se desarrollan como sociópatas a menos que los padres sean competentes o supervisen sus acciones (Lykken, 1995).


        Veamos un ejemplo:

      • José: Su temperamento plácido le permite una socialización fácil. José es brillante, poco agresivo, algo tímido, con una disposición afectiva natural. Su vida comienza no socializada, y si sus padres son totalmente incompetentes, su vecindario una zona de guerra, y sus colegas pequeños matones, José no llegará a socializarse. En cualquier caso, niños como José tienden a evitar los conflictos y el caos, se sienten atraídos por el orden y la civilización, y tienden a buscar figuras de autoridad socializadas y modelos a seguir. Incluso con unos padres desastrosos, los Josés de nuestra cultura apenas se meten en problemas.
      • Pedro: Su equipamiento genético está en la media. Es moderadamente agresivo y moderadamente aventurero o buscador de sensaciones nuevas. Puesto que se sitúa en la zona media, se puede pronosticar que con unos padres en la media de competencia educativa, que viven en un vecindario promedio de conflictividad, Pedro será un ciudadano medio. Sin embargo, con unos padres incompetentes que viven en una zona conflictiva, Pedro tendrá bastante probabilidad de convertirse en un sociópata.

      • Juan: Es un niño "de temperamento" y, por tanto, difícil de socializar. Un chico sin ningún miedo, hostil, de temperamento vivo y agresivo. La mayor parte de los padres tendrán bastantes problemas para socializar a Juan. Sólo una combinación de padres competentes, vecindario y grupo de referencia no conflictivos, y profesores competentes, logrará socializar a los Juanes de nuestra sociedad.

      • Un hecho muy difícil de representar: los "Pedros" de cada generación, dado que están en el promedio de temperamento, son mucho más numerosos que los Juanes y que los Josés. Muchos jóvenes tienen un temperamento medio como el de Pedro. Aunque una minoría de padres son verdaderamente incompetentes, el número total de Pedros que alcanzan la adolescencia y la edad adulta todavía no socializados (es decir, el número de sociópatas) es mucho mayor que el número de psicópatas como Juan. Es más:

        • Dado que las personas no socializadas tienden a convertirse en padres incompetentes.
        • Dado que la competencia como padres no se enseña en ninguna asignatura formal, sino en el seno de la familia, transmitida de padres a hijos (incluyendo a los abuelos), tanto por parte de la figura materna, como de la figura paterna.
        • Dado que la crianza exige tiempo y esfuerzo.
        • Dado que las exigencias de la sociedad actual disminuyen el espacio de tiempo para tales menesteres.
        • Dado que el esfuerzo es un valor que cotiza socialmente a la baja.
        • Dado que cada vez aumenta el número de familias monoparentales en las que, precisamente, falta la figura tradicionalmente asociada a la autoridad, el padre, produciendo además el efecto de una disminución efectiva de tiempo y dedicación por parte de una madre que debe trabajar muchas horas fuera de casa ...

        El número de sociópatas detectados está aumentando rápidamente en la sociedad moderna; tan rápido que apenas tenemos tiempo para construir reformatorios y prisiones, que es lo único que, desgraciadamente, por el momento sabemos hacer. En realidad solo podemos hacer suposiciones en cuanto a la frecuencia de sociopatas, ya que pocas veces llegan a un consultorio psiquiatrico o psicológico.
        El modelo del "Bull Terrier": una analogía.

        Hay ciertas características que hacen del Bull Terrier un luchador excepcional: su rapidez y tenacidad, su dentadura, su poco miedo, y su tolerancia al dolor. Este perro fue creado, mediante eugenesia animal, como perro de lucha en el siglo XIX. Aún con eso, el Bull Terrier puede convertirse en un excelente animal de compañía.

        El Bull Terrier debe ser convenientemente adiestrado para mantener una disciplina estricta. El dueño debe ser, claramente, el amo de la situación, no le debe permitir conductas intolerables y debe invertirse tiempo y esfuerzo para que aprenda las reglas básicas de convivencia.

        Así pues, la parte de interacción o correlación genético-ambiental reactiva, es una de las claves en el proceso de socialización de este animal. La correlación GxA reactiva expresa la influencia positiva (en el sentido de acrecentar la tendencia genética) o negativa (en el sentido de disminuir la tendencia genética) que puede tener sobre un rasgo la acción efectiva de los allegados, fundamentalmente los padres. Esta acción efectiva se traduce en términos de estilos educativos o de crianza. Existen dos tipos fundamentales de estilos de crianza: estilos consistentes y estilos inconsistentes:.

        Estilos consistentes:

        • El estilo autoritario castiga consistentemente las muestras de comportamiento antisocial mediante argumentos de autoridad (dominancia: "¡Porque yo lo mando!") pero no refuerza (afectivamente) los comportamientos prosociales o el asumir responsabilidades adultas. En estos dos últimos casos, aunque el argumento resalta la responsabilidad ("Es tu deber"), el comportamiento no se ve reforzado (afectivamente). Es decir, descansa en la dominancia y el palo, despreciando la zanahoria.
        • El estilo equilibrado que, a la vez que castiga (o retira el refuerzo de) las muestras de comportamiento antisocial, refuerza los comportamientos alternativos de caracter prosocial o de asumir una responsabilidad adulta.

        Estilos inconsistentes

        • El estilo permisivo supone ser encantador y afectuoso con los hijos, pero incapaz de poner límites a sus actos.
        • El estilo de "negligencia/rechazo" supone ausencia de supervisión y de lazos afectivos. La ausencia de refuerzos y castigos puede ser interpretada como falta de afecto. Además, como la negligencia suele llevar asociada el rechazo (si bien no siempre es así), las aproximaciones afectivas de los hijos, al no verse recompensadas, tienden a extinguirse, por lo que el desarrollo de la afectividad se deteriora.

        Dado que con frecuencia el castigo es eficaz, a menudo olvidamos lo mucho que dependemos del castigo en la socialización de los niños. Cuando el temperamento de los niños es tal que falla el método usual basado en el castigo, entonces los padres reaccionan intensificando el castigo o renunciando a él. Debido a ello, la causa aparente del comportamiento delictivo posterior de los hijos parece ser la forma en que los padres reaccionan. Muchas teorías lo aceptan así y culpabilizan a los padres. Pero la cuestión es más compleja. En efecto, la conducta de los padres es causa de la dificultad de temperamento a la vez que dicha conducta es causada por la dificultad de temperamento del niño (Patterson, 1982).

        Tanto el estilo permisivo como el de negligencia/rechazo suponen pautas de crianza inconsistentes. La crianza prosocial de un Bull Terrier exige ser autoritario para ser capaz de poner límites, pero a la vez ser afectuoso para reforzar las conductas alternativas. Es importante darse cuenta de que no existe ninguna incompatibilidad en ser dominante y afectuoso.

        Las consecuencias del estilo de crianza permisivo y el descuidado o de negligencia/rechazo, no tienen la misma fuerza en todas las razas de perros. Así por ejemplo, los perros pastores, como los collies, han sido criados por su temperamento dócil y sus predilecciones conductuales. Estos perros son fáciles de controlar y entrenar, y necesitan pocas restricciones; son, simplemente, más fáciles de socializar que los Bull Terrier. Sin el temperamento apropiado, cualquier perro será, como mínimo, un latoso y, el que aumente su posición en el continuo de la "criminalidad canina" dependerá en gran medida de la interacción entre sus tendencias innatas con los accidentes y circunstancias, especialmente con las características de otros perros de su entorno inmediato.

        En resumen, la crianza prosocial de un niño con temperamento difícil exige ser autoritario para ser capaz de poner límites, pero a la vez ser afectuoso para reforzar las conductas alternativas. Es decir, el estilo equilibrado es el mayor garante del desarrollo de la prosocialidad, si bien es el más difícil de adoptar para los padres. Es importante darse cuenta de que no existe ninguna incompatibilidad en ser dominante y afectuoso.

        La crianza de los hijos

        Según Lykken (1995) a menudo los psicólogos del desarrollo no suponen explícitamente que el papel de los padres en la socialización de los hijos es justo una cuestión de utilizar juiciosamente la zanahoria y el palo (Maccoby, 1992). Se habla de los lazos afectivos entre la madre y el niño que se establecen durante los primeros 2 años de la vida, un lazo que puede afectar a otras relaciones que el niño/a pueda formar más tarde. Para explicar esto se dice que a medida que las competencias del niño se desarrollan, un buen padre proporcionará al niño o la niña las oportunidades para su autoregulación y le animará a participar en la toma de decisiones. A diferencia de las mascotas, el niño desarrollará conceptos complejos sobre sí mismo y sólo entonces tenderá a comportarse según los autoconceptos. Unos buenos padres se asegurarán de que esos conceptos son prosociales.

        Desde el punto de vista de la vulnerabilidad, la diversidad genética guarda un aceptable paralelismo entre los humanos y los perros. Entre los indivíduos de nuestra especie existe, como mínimo, tanta diversidad genética como la observada entre los perros.

        Desde el punto de vista del "desarrollo", tanto los perros como los niños necesitan ser socializados. Sin embargo, dado que los niños son más complejos que las mascotas, y dado que poseen leguaje y autoconceptos, los niños se socializan no sólamente con reglas de condicionamiento y refuerzo semejantes a las que se aplican a la socialización de las mascotas, sino que además han de utilizarse otras mucho más complejas de carácter cognitivo. Por supuesto, criar a un hijo es mucho más complejo que criar a un perro. Sin embargo, como comenta Lykken (1995) muchos humanos dedican más preparación, tiempo y esfuerzo a la crianza de sus mascotas que a la de sus hijos
        Bases Biológicas del TAP
        Los investigadores han observado muchos detalles de los individuos antisociales (sus antecedentes, funcionamiento psicológico y fisiológico y características de la personalidad) con el objeto de entender por que se comportan como lo hacen. La perspectiva biológica proporciona varios descubrimientos interesantes. Cada día hay mas evidencias de que la herencia desempeña un papel tanto en la criminalidad, como en el comportamiento antisocial. Un estudio sueco reveló que los niños adoptados que al nacer se separaron de sus padres con trastorno de la personalidad antisocial, muestran mas comportamientos antisociales en los años posteriores que los sujetos del grupo de control (Bohman y otros).
        Todavía no está clara la forma como el comportamiento antisocial se puede heredar. Los investigadores relacionan las tendencias violentas y antisociales habituales con la neuroquímica del organismo. La violencia física impulsiva y la agresión en los seres humanos se relacionan con niveles muy bajos de uno de los neurotransmisores, la serotonina y uno de sus metabolitos, el líquido cefalorraquídeo (virkkunen, 1983).
        Otra idea es que el uso de mano izquierda y la dominancia derecha del cerebro se pueden asociar de alguna forma con el trastorno de la personalidad antisocial, pero ahora las evidencias no son todavía convincentes. (Hare y Froth, 1985). Otra investigación se centra en los patrones de la actividad de las ondas cerebrales. Por ejemplo algunos investigadores han demostrado entre un tipo de actividad electrica cerebral, ondas alfa lentas, y un comportamiento antisocial posterior (Volavka, 1990). En los individuos normales se sabe que la frecuencia de las ondas alfa, se reduce con la relajación y somnolencia y aumenta con la tensión, de modo que las ondas alfa lentas sugieren que los individuos antisociales tiene un nivel de exitación mas bajo que el normal. Quizá signifique esto que los mensajes sensoriales que para la mayoría de las personas son inquietantes, no son lo suficiente fuertes para excitar a los individuos antisociales. Estas personas tal vez ansíen mayor estimulación y por lo tanto buscan formas poco comunes de excitación.
        Los patrones de las ondas cerebrales que se observan en las personas que cumplen con los criterios para el trastorno de la personalidad antisocial se parecen a aquellos que ocurren por lo regular en niños y adolescentes, en lugar de aquellos que ocurren por lo regular en niños y adolescentes, en lugar de aquellos de los adultos. Esta similitud sugiere que al menos un subgrupo de personas con este trastorno es probable que presenten madurez cerebral retrasada (Reid, 1986). Esto concuerda con la observación de que muchos psicópatas parecen “estallar” cuando crecen. Un ejemplo de esta madurez retrasada se muestra en la vida de Jackroller, un joven asaltante cuyo desarrollo se estudio en forma intensa en la decada de los veintes (Shaw, 1930). Cincuenta años después, Jackrroller relató la historia de su vida posterior. Consideró que le sucedió como una serie de injusticias por las que había luchado. Tenía antecedentes de problemas para conservar los trabajos y culpaba a otras personas por la mayoría de sus dificultades, pero ya no participaba en actividades criminales.
        Otro factor físico, la ansiedad, se estudia en los individuos antisociales. Parece razonable suponer que las personas que cumplen con estos criterios para la personalidad antisocial muestran también poca ansiedad en comparación con otros individuos. Pero esta suposición quizá sea en un sentido limitado. Schalling (1978) descubrió que en tanto que las personalidades antisociales parecían preocuparse menos por otras personas, no obstante experimentaban todos los indicadores somáticos de la ansiedad (ritmo cadiaco elevado, respiración poco profunda, tensión muscular). Si dividimos la ansiedad en su parte cognoscitiva (preocupación) y sus componentes fisiológicos (las respuestas del organismo ante el temor), los individuos antisociales parecen carecer del componente cognoscitivo de la ansiedad.
        Desde la perspectiva cognoscitiva, el estudio del comportamiento antisocial se centra en el desarrollo moral (Kegan 1986). Al igual que los factores psicofisiológicos, se sugiere un retraso en el desarrollo moral. Entre los 7 y los 11 años, los niños normales pueden decir cuando los trata injustamente. Si los trataron de manera injusta en el pasado, cuando surja la oportunidad “compensaran” la injusticia pasada al hacer lo mismo con una persona vulnerable. Por ejemplo después de que lo molestaron por ser el jugador mas bajito del equipo de basketball y crecer varios centímetros, en lugar de sentir simpatía por los niños mas pequeños pensará “ahora es mi turno” y no “:voy a tratar a los niños mas pequeños en forma diferente”.
        Alrededor de los 13 años, por lo regular se empieza a desarrollar una nueva moral. Entonces los niños piensan sobre lo justo de sus acciones, en lugar de concentrarse en la venganza. Los teóricos cognitivos describen esta etapa como el desarrollo de la habilidad para razonar en terminos abstractos y comprenden el concepto de compañerismo. Desde este punto de vista, aquellos individuos que padecen un trastorno de la personalidad antisocial se detiene en su desarrollo en el nivel de los 7 a los 11 años, por que no se preocupan por el efecto de sus acciones en los demas.
        En general el trastorno de la personalidad antisocial no se puede explicar de manera sencilla en términos de clases sociales, malos compañeros, participación en un subgrupo desviado, residencia en un vecindario de alta criminalidad, ni daño cerebral. El trastorno parece ocurrir con frecuencia en entornos caóticos del hogar. Con toda seguridad, su explicación requerira de planteamientos que analicen en forma simultanea las variables ambientales, fisiológicas, genéticas, y temperamentales.
        Es bien conocido el fundamental trabajo de L. Welt (1888) en el cual sugiere que las lesiones de la superficie orbitaria de los lóbulos frontales podrían ser responsables de cambios de carácter representados por hiperactividad, euforia y locuacidad junto con un deterioro de los estándares éticos y morales. En el mismo año de la publicación de ese trabajo, Jastrowitz (1888) estudió varios pacientes con tumores del lóbulo frontal. Algunos de ellos parecían eufóricos o exultantes, eran extraordinariamente locuaces y mostraban una fuerte tendencia al uso de juegos de palabras y lenguaje obsceno. Oppenheim (1890) denominó a estos síntomas “Witzelsucht” lo que podría traducirse como “manía por la pedantería”. Binswanger (1917), citado por Rylander (1939) describió las alteraciones de carácter desplegadas por un paciente que había sufrido un traumatismo del lóbulo frontal derecho. Dicho paciente era extremadamente irritable y exhibía una fuerte tendencia al comportamiento antisocial. Luego de la extirpación de ese lóbulo apareció con notable buen humor y temperamento equilibrado.
        Ante lesiones del lóbulo frontal se descubrió no solamente la existencia de euforia sino también una franca disminución de la fatigabilidad (Poppelreuter 1915, 1918). Según Kleist (1931) el déficit en el Yo social se presenta en los traumatizados cerebrales bajo forma de defectos de los sentimientos morales: de deslealtad, especialmente en los vínculos de amor; de mendicidad; de supercherías; de robos y hurtos. Súmanse, en el aspecto pragmático, defectos de adaptabilidad y de subordinación, rebeldía e instigación. A veces estas manifestaciones de asociabilidad se acompañan de impulsividad e irascibilidad.
        Kleist tuvo la genial intuición de suponer que el psicópata antisocial es un enfermo víctima de alguna malformación orbitaria. Sin embargo no pudo suministrar ninguna prueba a favor de tal suposición porque no tuvo la fortuna de que llegasen a sus manos casos indicativos en tal sentido. Rylander (1939) cita un caso estudiado por Poetzl de euforia consecutiva a una lesión del área orbitofrontal. Goldar y Outes (1972) estiman que las lesiones orbitarias inductoras de cambios de la personalidad son por lo general bilaterales y simétricas. Opinan que una lesión bilateral limitada a la corteza orbitaria anterior es suficiente para ocasionar alteraciones en el área social. En ese trabajo describen los hallazgos consecutivos a la autopsia de un sujeto (A.L. Historia Clínica Nº 4.337 del Hospital “José T. Borda”), que como consecuencia de un traumatismo cerrado de cráneo sufrió un profundo cambio en su conducta social. Esos autores consideran que la destrucción de la corteza orbitaria anterior produce una desaferentación parcial de la corteza temporal basolateropolar. En consecuencia el cerebro interno reacciona exclusivamente ante impulsos provenientes del cerebro posterior. No suministran datos sobre alteraciones morfológicas de otras regiones conectadas con la corteza orbitaria anterior.
        Implicaciones Éticas del concepto de Psicopatía.
        El cuadro que nos adelanta esta definición parecería describir individuos que carecen total o parcialmente de la capacidad, presente en la gran mayoría de las personas, de reconocer las diferencias entre el bien y el mal y entre lo correcto y lo incorrecto, -es decir, entre lo que deben hacer y lo que no deben hacer-. Estos sujetos no sólo no podrían resolver estos problemas tan importantes para la ética, sino que no tendrían ni siquiera posibilidad de -por medio del aprendizaje- llegar a distinguirlos y, menos aún, cambiar. Esto nos lleva al concepto de libre albedrío y -si aceptamos que éste es posible como lo hace la Macropsicología-, al de responsabilidad moral, sin los cuales, la ética normativa no tendría sentido.
        La posibilidad lógica de existencia de la capacidad que aparentemente tiene el ser humano de decidir y actuar libremente -corrientemente llamada libre albedrío-, si bien, es un tema filosófico muy controvertido, es asumida como cierta por la Macropsicología. Dejaremos, por lo tanto, de lado los argumentos que se esgrimen en pro y en contra de esa posibilidad y, con respecto a esta discusión, seguiremos el criterio que mantiene nuestra disciplina.
        Responsabilidad moral.
        Podemos decir que una persona es responsable de sus actos, sean estos justos o injustos, si, al realizarlos, actuó libremente -es decir, conociendo sus opciones y pudiendo tomarlas-, o, dicho de otra manera, si no existió en el momento de elegir entre las diferentes opciones disponibles, ningún tipo de coacción, ni interna ni externa, que influyera en la toma de decisiones que conduciría a realizar el acto en cuestión. Esta definición se basa, por lo tanto, en el principio -aceptado casi universalmente- según el cual el concepto de deber implica poder realizarlo.
        El problema de coacción externa lleva implícita la presencia de otros seres humanos o situaciones que forzarían irremediablemente, o al menos, condicionarían en gran medida, al individuo a actuar de una manera determinada.
        Este tipo de coacción no parece estar involucrada en los mecanismos que intervienen en la toma de decisiones realizadas por un psicópata. Si existiera, por lo tanto, algún tipo de interferencia en los procesos psíquicos que conducen a la acción en los psicópatas, que no pudieramos encontrar en los de los individuos que consideramos sanos, éste debería ser, o bien, a) de tipo cognoscitivo y estar relacionado -posiblemente- con premisas básicas erróneas, o b) tratarse de alguna forma de coacción interna. Ambos tipos podrían estar presentes, en mayor o menor medida, en los procesos mentales del psicópata.
        Las premisas en las que se basan sus acciones son, según Kantor, de dos clases:
        El bien y el mal son abstracciones irrelevantes. El interés própio -muchas veces disfrazado por conveniencia- es su única motivación. En sus decisiones nunca entra ningún tipo de consideración de índole moral.
        Bien y mal son consideraciones válidas y yo siempre tengo razón. Sin repudiar los principios, estas personas, cambian la interpretación de los hechos para adaptarlos a sus necesidades. Para algunos psiquiatras, estos son casos de enfermos psicóticos, cuyos razgos moderadamente delirantes, les permiten ocultarse a sí mismos, a veces muy eficientemente, el significado e importancia moral de sus motivos y acciones.
        De acuerdo con la definición de psicopatía que dá la Macropsicología, esta no puede modificarse con la experiencia ni con el aprendizaje, por lo tanto, las premisas erróneas en las que estos individuos basan sus acciones implicarían, no tanto errores conceptuales que podrían ser rectificados con una reeducación adecuada, sino -fundamentalmente- condicionamientos básicos e inmutables que estarían guiando irremediablemente todos sus procesos mentales. Sin embargo, las decisiones que toman, si bien pueden estar avaladas intelectualmente por razonamientos coherentes basados en premisas que, aunque falsas, ellos consideran -sin el menor asomo de duda- verdaderas, podríamos decir, en general, que son libres y basadas en lo que la Macropsicología llama conocimiento objetivo.
        Los impulsos que ellos sienten y que, en general, invocan como causa al realizar todo tipo de acciones que la mayoría de las personas consideraría censurables podrían, en algunos casos aislados, realmente ser descriptos como una forma de coacción interna que lleva al psicópata a actuar inexorablemente de la manera en que lo hace; sin embargo -a diferencia de lo que ocurre en las neurosis compulsivas- estos impulsos estarían, además, reforzados intelectualmente por razonamientos que -si bien la mayoría de las personas consideraría aberrantes- para ellos son perfectamente coherentes.
        La responsabilidad moral que, sobre sus actos, tienen estos individuos, siempre basándonos en la definición adelantada por la Macropsicología, parecería, como mínimo, ser distinta que la que tienen las personas sanas ya que, al menos en este sentido -como dijimos anteriormente-, debería considerarse a algunos psicópatas como psicóticos delirantes, en cuyo caso ésta sería mínima, y a otros, como individuos cuyas ideas, a veces muy confusas y sin ninguna posibilidad de cambio, los convierte en un grupo diferente, que no puede integrarse al conjunto de las personas que consideramos normales.
        Implicaciones legales del concepto de psicopatía.
        Desde el punto de vista legal, las especulaciones que pudiesen hacerse sobre las probabilidades de que, en el momento de realizar cualquier tipo de acción, el psicópata fuera responsable o no de sus actos, tendrían sentido solamente si estas se refirieran especificamente a acciones ilegales. Para determinar su responsabilidad legal debemos, en ese caso, tener en cuenta: a) que en general estos sujetos son capaces de tomar decisiones libremente, basadas en un conocimiento objetivo de la situación, b) que saben muy bien que tanto ellos, como el resto de las personas que la componen, viven en una sociedad cuyas leyes -buenas o malas- obligan a todos por igual. Esto hace que, a diferencia de lo que ocurre con las consideraciones de tipo ético, las premisas en las que podrían basar sus razonamientos no estén ya relacionadas de ninguna manera con su escala privada de valores, sino con las leyes vigentes en la comunidad, que -como dijimos- pueden cumplir exactamente igual que las personas a las que llamamos sanas.
        Las consideraciones anteriores nos lleva a la conclusión de que, fuera de los casos en que la psicopatía estuviera complicada por una psicosis, estos individuos son legalmente tan responsables de sus actos como las personas sanas.
        Tratamiento clínico del trastorno de la personalidad antisocial.
        El extracto siguiente de una sesión de terapia es interesante en dos aspectos. El sujeto, Brett, de 29 años ilustra algunos de los rasgos importantes del trastorno de la personalidad antisocial. Durante los dos últimos años de su adolescencia y el principio de la vida adulta Brett “engaño al sistema” con facilidad y tomo lo que deseaba sin pagar por ello. Empleo esta estrategia no por falta de dinero, sino por la emoción y el placer que sentía al tener éxito. Observe como el terapeuta que tiene una orientación cognositiva intenta en forma habil hacer que Brett piense en los costos que se relacionan con “engañar al sistema”.
        Terapeuta.- Que tan bien te ha funcionado la estrategia de engañar al sistema a través del tiempo?

        Brett.- Funciona de maravilla hasta que alguien te sorprende, entonces tienes que desechar ese plan e idear uno nuevo
        Terapeuta.- Que tan difícil fue, tu sabes, desechar un plan e idear uno nuevo?
        Brett.- En ocasiones fue muy fácil, existen algunos verdaeros incautos allá afuera.
        Terapeuta.- Siempre fue fácil?

        Brett.- Bueno no, algunas veces fue una labor desagradable, como engañar al sistema telefónico, eso en verdad término en un gran lío. No hubo forma de ocultarlo y todos me dieron muchos problemas.
        Terapeuta.- Fue muy fácil idear un plan alterno?
        Brett.- No en el caso del teléfono. En ese caso no pude idear otro plan.
        Terapeuta.- Que me dices de otras ocasiones? Los planes para engañar al sistema se te ocurren con mucha facilidad, quiero decir, los que en verdad funcionan?
        Brett.- Parece que siempre necesito un buen plan para engañar al sistema.
        Terapeuta.- No crees que es mas fácil ir con el sistema en lugar de tratar de engañarlo?.
        Brett.- Bueno después de todo lo que me ha pasado tendría que decir que si, existen ocasiones en las que ir con el sistema a largo plazo sería mas fácil. Para el momento en el que termine de pagar las multas legales habría gastado mas dinero que lo que me habría costado mi enseñanza. Pero... es un desafío vencer al sistema. Me emociono cuando ideo un plan, y que creo poder hacer que funcione. De haberme apegado al sistema quizá esto no me hubiera pasado.
        Beck, Freeman y asociados, 1990.
        Por lo general los métodos tradicionales de psicoterapia no funcionan a las personas con trastorno de la personalidad antisocial. Su falta de simpatía y de responsabilidad social son elementos que impiden una armonía terapeutica y el compromiso de cambiar. En ocasiones es probable que el paciente sienta mas deseos de engañar al terapeuta que de hacer cambios positivos. Siempre que es posible el trapeuta intenta hacer que surjan dudas en la mente del paciente sobre las creencias que pueden provocar un comportamiento antisocial o resultados negativos. Por ejemplo la idea de que el desear algo o querer evitar algo justifica un curso de acción particular.
        Una correccional u otro tipo de instalación bien estructurada y controlada puede ser el único medio para manejar algunos pacientes antisociales. Un centro de residencia para el tratamiento obliga a las personas antisociales a permanecer durante meses o años en un programa de normas tan firmes que así no tiene otra alternativa. En una situación así los pacientes se sienten deprimidos porque tiene que enfrentar su falta de sentimientos internos y su incapacidad para establecer relaciones significativas con otras personas. Los objetivos principales de todo el programa son incrementar la habilidad de las personas para sentir las emociones, pensar en forma constructiva sobre el futuro, confiar en otras personas y desarrollar simpatía. Un programa así hace énfasis en la terapia del medio, un planteamiento en el que toda persona trabaja en conjunto para proporcionar un apoyo consistente y relaciones estables a lo largo del plazo.
        Otro tipo de programa tiene objetivos similares, pero puede llevar a cabo en la comunidad. Como alternativa un juez puede sentenciar a los agresores jóvenes que cometen el primer delito o a tros hombres que son buenos prospectos para mejorar, afiliarse al programa o pasar un tiempo en una prisión. Se requiere que el agresor inicie de inmediato una educación o un trabajo, y que el resto del tiempo regrese a un centro de tratamiento sin que se le interne. En forma gradual se le otorga mas libertad física. Durante todo el programa debe ser responsable de su comportamiento y del de los demas asistentes del programa. También se espera que recompense a las víctimas por las pérdidas y que pague sus gastos. Si no cumple con el programa, de inmediato toma efecto la sentencia alternativa; la prisión. Muchos individuos con personalidad antisocial consideran que este programa es muy estresante. En muchos casos el 50% lo abandona y regresa a la prisión. Sin embargo, para aquellos que lo completan con éxito, el indice de reincidencia es bastante menor que aquel de los individuos con problemas similares que salen de las prisiones tradicionales.
        CONCLUSIONES
        Existe un 20% en la población que padece del trastorno de personalidad antisocial, este pequeño grupo de personas tiene el poder de cambiar y alterar la vida del 80% restante, es interesante que este trastorno, a diferencia de los otros, se caracteriza porque hacen sufrir a quienes los rodean, sin sufrir ellos mismos. Las personas antisociales cometen crímenes y actos criminales, pero es poco probable que se lleguen a descubrir y condenar por estos, menos probable aún es la posibilidad de que las personalidades de este tipo lleguen a las instituciones mentales, y aunque así fuera, difícilmente responderían efectivamente a un tratamiento.
        Sus características principales son las siguientes:
      • Incapacidad para actuar con las normas socialmente impuestas, encuentros repetidos con las leyes.
      • Mentiras repetidas, uso de alias, constantemente usa a los demas para sus fines
      • iImpulsividad e incapacidad para planear con anticipación
      • Irritabilidad o agresividad manifestada por peleas físicas repetidas
      • Indiferencia ante la seguridad propia o la de los demas
      • Irresponsabilidad consistente, incapacidad para conservar un empleo y ocuparse de sus asuntos financieros y/o fiscales. Estaspersonas por lo general estan rodeadas de proyectos incompletos.
      • Nulo remordimiento por haber afectado a terceros
      • Incapacidad para aprender de la experiencia. Las consecuencias de sus actos no tienen en ellos ningún efecto, siempre buscaran la manera de ir “contra la corriente” aunque esto les cueste años de prisión.
      • Otros factores que frecuentemente se ven asociados al trastorno de personalidad antisocial:
      • Adicción
      • Actuaciones dramáticas
      • Encanto superficial
      • Moralidad flexible
      • Promiscuidad
      • Maquiavélicos
      • Se relaciona con personas inseguras, de un yo débil para poder tener el control sobre ellas. Por lo general no tiene amigos, tienen siervos.
      • Su particular modo de ser esta bastante bien estructurado, en ocasiones pueden llegar a ser convincentes y su ideología parece lógica y hasta correcta. Ejemplos claros de esto son Charles Manson y Napoleón, que manipularon grupos enteros para llevarlos a cometer actos criminales y hasta homicidios.
        La manera en la que se expresan estas personas tiene un patrón definido, hablan en términos muy generales; “todos dicen que”, “todos creen que”, y expresiones de este tipo son de uso continuo para ellos, esto es lógico ya que para ellos la sociedad les parece una generalidad, todos son piezas que pueden usar a su antojo para alcanzar sus fines. A este tipo de personas les gusta dar malas noticias, son altamente hostiles y sus críticas son por lo general crueles, y cuando transmiten un mensaje lo alteran para empeorarlo.
        Las causas de este trastorno parecen estar mas orientados al estilo de crianza que a factores de tipo fisiológico. El fracaso de los padres al establecer reglas y las incosistencias en la educación y en la aplicación de acciones correctivas, son la combinación perfecta para crear a una personalidad antisocial. El factor biológico parece que esta latente en algunas personas, pero el detonante es la educacación y la crianza. Desafortunadamente no existe ningún tratamiento que haya probado ser efectivo y su pronóstico es malo. Cuando una de estas personas se somete a terapia, es mas probable que este tratando de engañar al terapeuta que de cambiar. La prevención, sería entonces la elección mas viable. Es decir la educación para padres, el conocimiento de los síntomas y los estilos de crianza consistentes funcionarían como una defensa social contra estas personalidades.
        Si la sociedad reconociera este tipo de personalidades como a un ser enfermo podrían ocurrir cambios sociales importantes. Cuando la estructura legal o política de un país se transforma de tal manera que da cabida a personalidades antisociales en puestos de confianza, entonces todas las organizaciones civilizadoras se corrompen y a esto le sigue una barbarie de criminalidad y opresión económica. Alemania vivió bajo el régimen de un sociópata que llegó a aniquilar a seis millones de judíos. Hitler es tal vez el mas claro ejemplo de hasta donde son capaces de dominar estas personas, su poder provenía de toda una nación que le dio su apoyo incondicional, generó una ideología sangrienta que, en su momento la hizo ver como “correcta”. Con semejante ejemplo opacamos a otros que son mucho menos sobresalientes, y no percibimos que existen, pueden estar muy cerca y son altamente dañinos.

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